En solo un mes, el mapa geopolítico de América Latina ha cambiado sustancialmente, en un terremoto que sigue haciendo temblar las instituciones de varios países. La última sacudida entre octubre y noviembre de 2019 ha puesto punto final, dicen algunas voces progresistas, al ciclo político conservador que empezó en 2015 con el triunfo de Mauricio Macri en Argentina y que se coronó con la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil el pasado mes de enero.
Octubre empezó con las protestas desatadas en Ecuador tras la eliminación de los subsidios a los combustibles a sugerencia del Fondo Monetario Internacional, medida que finalmente fue retirada.
Nos adentramos en noviembre y en Bolivia, las elecciones para revalidar a Evo Morales acabaron entre sospechas de fraude; después de un golpe de Estado disfrazado de renuncia y promovido por el ultrarreligioso Luis Fernando Camacho, Morales ha tenido que abandonar el país, rumbo a México, algo que no ha frenado los enfrentamientos entre partidarios y detractores del exmandatario.
Falta un mes para que Alberto Fernández asuma la Presidencia de Argentina, pero el futuro mandatario ya se ha convertido en uno de los actores clave de la crisis boliviana. El argentino no titubeó a la hora de calificar los hechos de golpe de Estado y negoció con los gobiernos de la región para facilitar la llegada de Evo Morales a México. Ese paso le permite empezar a construir su liderazgo regional sin haber puesto un pie en la Casa Rosada.
El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y Alberto Fernández ya se habían reunido hace unos días por otros asuntos, y el encuentro no pareció dibujar una alianza demasiado contundente, pero la operación Evo ha dejado la puerta abierta para un nuevo eje argentino-mexicano que encabece la oposición al eje dominado por Bolsonaro y Trump. "Que la segunda y la tercera economía de la región tengan un alineamiento político que se demuestra incluso antes de la llegada de Alberto Fernández al frente del gobierno de Argentina, marca –sin duda– una pauta de que el bloque progresista se fortalece", afirma Yair Cibel, periodista e investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG). Para él, "el momento actual entierra definitivamente la idea del 'fin del ciclo progresista' que las intelectualidades conservadoras trataron de instalar y que nunca existió –dice– porque lo que en verdad había era una América Latina en disputa constante". Según Cibel, las elecciones argentinas demostraron que "el proyecto neoliberal que venía para quedarse 8 o 12 años y hacer cambios estructurales no tuvo la capacidad para sostener un proyecto de gobierno".
El periodista y director editorial del medio Opera Mundi, Breno Altman, opina, por su parte, que hay una "pérdida geopolítica importante" para Bolsonaro y EE.UU. porque los cuatro líderes fundamentales del bloque conservador (Macri, Duque, Bolsonaro y Piñera) están inmersos en crisis y desgastes que han demostrado "la ampliación de la resistencia popular y de las fuerzas progresistas". "Hay indicadores de que la ofensiva conservadora en América Latina podría vivir un proceso de agotamiento", añade.
La batalla culturalLos conflictos que siguen abiertos en Chile y Bolivia ponen de manifiesto, según Yair Cibel, la existencia de una "discusión por el desarrollo cultural" de los pueblos de América Latina. En Bolivia, además de la disputa por los recursos, se visibilizó una "batalla cultural muy fuerte a través de los símbolos, por ejemplo, cuando los golpistas bajaron las wiphalas de las instituciones públicas y reivindicaron la noción de república por sobre del estado plurinacional", explica el experto.
La antropóloga de la Academia de Humanismo Cristiano Francisca Fernández, experta en indigenismo y etnicidad, comenta que la crisis boliviana tiene que ver, por una parte, con los pocos cambios promovidos por Evo Morales en "el modelo de producción" y, por otro lado, con que en 14 años "no logró reducir la histórica confrontación racista y colonial entre la zona oriente y las zonas altas del país, donde están los pueblos indígenas aimaras, quechua y otros". El escenario, para ella, es complejo de predecir porque se debate en tres frentes: la (ultra)derecha; las zonas indígenas, campesinas y sindicales vinculadas al MAS que se están movilizando; y los pueblos originarios, sindicalistas, feministas y ambientalistas que protestan contra Camacho, pero que también denuncian "prácticas autoritarias, jerárquicas y generadoras de una nueva burocracia encabezada por el MAS".
Sobre Chile, que avanza con tanta incertidumbre como su vecino, ambos expertos coinciden que el problema pasa por la "deslegitimización" de un modelo que se presentaba "como la panacea". "El neoliberalismo eficiente, eficaz y adaptado a nuestro contexto, terminó mostrando sus falencias y que no puede contener a una sociedad en todas sus demandas", dice Cibel.
El efecto LulaLa liberación de Lula en Brasil es otra pieza clave del nuevo mapa. El expresidente, que por ahora no tiene derecho para volver a presentarse a unas elecciones, vuelve al juego en un momento de profunda polarización social entre el progresismo del Partido de los Trabajadores y la extrema derecha bolsonarista. "Lula intervendrá en la construcción de una alianza progresista con la vista puesta en las elecciones municipales de 2020 y las nacionales de 2022", asegura el periodista de la Revista Fórum de Brasil, William de Lucca. "La falta de habilidades políticas de Bolsonaro ha provocado una quiebra del partido que 'alquiló' para ser presidente y ha dividido sus propias bases de apoyo", dice. A su parecer, "la prensa hegemónica y las élites apostarán, para las próximas disputas, por un nombre más ubicado al centro-derecha, como por ejemplo, Joao Doria, gobernador de Sao Paulo". Sea cual sea la preferencia del establishment, el periodista opina que será difícil derrotar a Lula en las urnas si llegara a postularse para presidente.Otros países de la zona también han sentido el eco de este meneo latinoamericano: está por ver qué sucede en las elecciones de Uruguay; si Perú ha cerrado definitivamente su crisis institucional que hace poco enfrentó al Ejecutivo con el Congreso; y también cómo avanzan en Haití las masivas manifestaciones que reclaman la renuncia del presidente. Son días convulsos en el continente, pero el despertar de este mes ha inyectado una dosis de optimismo al progresismo latinoamericano.