El Parlamento de Bolivia ya tiene los proyectos para agilizar las nuevas elecciones, con las que se busca pacificar un país donde la violencia tras los anteriores comicios supera los treinta muertos, a los que se llora con rabia.
La autoproclamada presidenta interina, Jeanine Áñez, aparecía a primera hora a las puertas del Parlamento en La Paz advirtiendo de que iba a llamar a las urnas por decreto, como sucedió en la anterior crisis de semejante gravedad en el país en 2005. Mientras, en la vecina ciudad de El Alto se lloraba a los muertos que la Defensoría del Pueblo sospecha que pudieron caer por disparos de militares, aunque el Gobierno provisional lo niega.
"Si la Asamblea no permite que lo hagamos de esa manera legal, pues buscaremos otro mecanismo", avisaba Áñez, al frente del Ejecutivo tras el golpe de Estado, a un Parlamento con mayoría del Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales. El MAS respondió al pulso poco después presentado un anteproyecto para acelerar las elecciones, que en Bolivia requieren un proceso de tres meses, con una propuesta que incluso plantea la cita con las urnas para el 12 de enero de 2020.
El texto busca de forma "excepcional" acortar plazos para ir a nuevas elecciones "lo más antes posible", en una señal clara del partido ante el Gobierno interino, como la definió la presidenta de la Cámara de Senadores de Bolivia, Eva Copa.
La propuesta del MAS es que un nuevo órgano electoral fije un calendario para nuevos comicios con el mismo censo electoral y partidos políticos que en los comicios fallidos del 20 de octubre, aunque con la posibilidad de otros candidatos.
Al anteproyecto del MAS le salió en la tarde la alternativa del Gobierno interino, un proyecto de ley que apuesta por un nuevo padrón electoral, nuevas candidaturas políticas y sin pasar por las primarias.
"Que Dios permita que tengamos elecciones transparentes, que Dios ilumine a la Asamblea Legislativa", exclamó Áñez antes de dar salida al proyecto desde el palacio de Gobierno al vecino Parlamento.
Una paz que no llegaUnos y otros repitieron una vez más que los comicios son la vía para traer al país una paz que no llega. Mientras los políticos jugaban sus bazas en La Paz, arriba en El Alto se lloraba a los últimos ocho muertos en la violencia que no cesa en Bolivia desde los fallidos comicios del 20 de octubre, que suma 32 muertos y 770 heridos según datos oficiales.
El dolor y la rabia eran evidentes en el barrio alteño de Senkata, que empezaba a despedir a las víctimas fatales de los disturbios en la víspera frente a una refinería de gas. Los ánimos estaban exacerbados en la parroquia San Francisco de Asís, donde los cuerpos de varios de los fallecidos yacían sobre las bancas del templo mientras avanzaba el trabajo de médicos forenses.
"Lo han matado a mi hermano como a un perro, yo me siento dolido. Anoche lloré toda la noche, estoy seco, toda mi familia ha llegado y hasta ahora no podemos aceptar la muerte", confesó a Efe uno de los familiares. La gente está "con la sangre hirviendo", exclamaba otro familiar, que exigía que las autoridades "respondan por nuestros muertos".
La Defensoría del Pueblo de Bolivia tiene indicios de que las fuerzas de seguridad dispararon a civiles en un operativo de desbloqueo a una planta de combustible que dejó al menos ocho muertos y decenas de heridos. La defensora del Pueblo, Nadia Cruz, declaró a Efe que "una señal del Gobierno clara tiene que ser no dejar que esto quede en la impunidad".