¿La noticia del año? Que la investiguen otros. Es toda una declaración de intenciones para un gran grupo de medios de comunicación y es exactamente lo que ha anunciado esta semana Bloomberg, el gigante de la información financiera.
En un correo electrónico a sus 2.700 periodistas, su director les informa de que no pueden hacer investigaciones sobre ninguno de los candidatos demócratas a suceder a Trump ¿Por qué? Porque "Mike" es uno de esos candidatos y "Mike" es Michael Bloomberg: fundador, presidente, CEO y en parte dueño de la empresa que lleva su nombre.
Bloomberg Editor-in-Chief John Micklethwait just sent this note to staffers: "There is no point in trying to claim that covering this presidential campaign will be easy for a newsroom that has built up its reputation for independence in part by not writing about ourselves.
La argumentación es sencilla: hace años que se decidió que los medios de comunicación de Bloomberg (la empresa) no investigarían a Bloomberg (el empresario). Nada de su fortuna, de su familia, ni de su fundación. Y la consecuencia lógica de esa decisión, dicen, es que tampoco deben investigar a ninguno de sus rivales en las primarias demócratas para no usar un rasero diferente con ellos.
Su televisión, sus radios, sus webs y sus revistas sí que publicarán noticias sobre el día a día de la campaña por la presidencia, pero no irán más allá. También, si fuera necesario, informarían de las investigaciones de otros medios aunque afecten a Bloomberg o a algún otro candidato.
Para salvaguardar su apariencia de independencia, Bloomberg también dejará de publicar editoriales. Varias de las personas que se dedicaban a escribir la opinión del medio y su fundador en esos artículos sin firma van a pedir una excedencia para trabajar en la campaña de su jefe. Además, no se encargarán columnas de opinión sobre la carrera presidencial, aunque los actuales columnistas podrán seguir escribiendo de lo que les plazca. Y en cada uno de los contenidos que Bloomberg publique sobre las elecciones, figurará una advertencia de que el dueño de la empresa es parte interesada.
Estos cortafuegos son, a grandes rasgos, los que Bloomberg viene usando a la hora de informar sobre sus rivales en el sector financiero y los mismos que aplicó durante los 12 años en que Michael Bloomberg fue alcalde de Nueva York.
Sin embargo, la alcaldía de Nueva York no es la presidencia de EEUU y la entrada de Michael Bloomberg en las primarias abre varios debates éticos: ¿puede un gran empresario de los medios de comunicación competir en la primera línea de la política? ¿O debería antes separarse de su empresa?
La reflexión la hacía el propio Bloomberg el año pasado, cuando decía que si se presentaba a presidente, renunciaría al control de su compañía o la vendería. Resulta interesante recordar sus palabras de entonces como advertencia: "Sinceramente, no quiero que los periodistas a los que pago escriban una mala historia sobre mí. No quiero que sean independendientes, así que algo habrá que hacer". Algo habrá que hacer, pero de momento no ha hecho nada. Ni ha vendido la compañía ni tampoco se ha desvinculado.
Es difícil no ver un conflicto de intereses, aunque el simple hecho de que un gran grupo mediático se plantee unas normas claras para informar sobre su dueño ya es un avance. A principios del siglo XX, el magnate de los medios que inspiró 'Ciudadano Kane', William Randolph Hearst, intentó dos veces llegar a la Casa Blanca y no tuvo ningún reparo ético en usar sus periódicos.
Para la historia quedan titulares como "Una victoria de Hearst: el deseo de las mujeres de los policías" o las fotos de él y su esposa repartiendo juguetes disfrazados de Santa Claus. Bloomberg haría bien en recordar que Hearst perdió las dos veces.