Las autoridades egipcias han abierto este mes las puertas de dos de sus más conocidas cárceles ante las numerosas críticas por las condiciones en la que viven los presos, en concreto después de la muerte el pasado junio del expresidente Mohamed Mursi tras más de cinco años de detención.
Medios de comunicación, la mayoría egipcios y pocos extranjeros, así como parlamentarios y miembros de los oficialistas Consejos Nacionales de la Mujer y de Derechos Humanos fueron invitados a la cárcel de Borg al Arab, en un paraje remoto al oeste de Alejandría, poco después de que tuviera lugar otra visita a la prisión de Tora, a las afueras de El Cairo.
Antes de su fallecimiento el pasado 17 de junio, Mursi estuvo encarcelado primero en Borg al Arab y posteriormente en Tora durante casi seis años, desde que fue derrocado en un golpe de Estado en julio de 2013 por el actual presidente, Abdelfatah al Sisi.
Un reciente informe del grupo de trabajo de la ONU sobre detenciones arbitrarias señaló que "el régimen de detención en Egipto puede haber llevado directamente a la muerte de Mursi", que estuvo detenido en "condiciones que sólo pueden ser descritas como brutales, en concreto durante sus cinco años de reclusión en el complejo de Tora".
Los expertos de Naciones Unidas denunciaron que el exmandatario estaba aislado durante 23 horas al día, sin poder ver o hablar con otros presos, ni tener acceso a libros o periódicos, y no se le facilitó tratamiento médico para la diabetes y la hipertensión que padecía, ni asistencia "de emergencia".
Asimismo, alertaron de que "otros miles de detenidos en todo Egipto pueden estar sufriendo graves violaciones de sus derechos humanos y muchos de ellos pueden estar en riesgo de muerte".
HOSPITAL DE BORG AL ARAB HUELE A PINTURA FRESCA
En el hospital de la prisión de Borg al Arab, cuyas estancias huelen a pintura fresca, los médicos y pacientes afirman ante las cámaras de televisión que todos reciben el tratamiento que necesitan y, en el caso de que no esté disponible, los presos son trasladados a centros médicos externos.
Uno de los pacientes, Ayman Ismail, lleva 12 años cumpliendo condena y asegura a Efe que tiene problemas cardíacos pero que en la cárcel le atienden "cada vez que se queja".
"Los doctores me dan lo que necesito y si me falta algo, me quejo a las autoridades judiciales y enseguida contestan", dice Ismail tumbado en una cama de una habitación con barrotes, donde afirma llevar cuatro días por sus dolencias.
La visita -organizada poco después de que Egipto se sometiera a la revisión periódica de derechos humanos ante la ONU- se desarrolla en todo momento en compañía de oficiales con uniforme y otros empleados del Ministerio de Interior en traje de chaqueta, que supervisan las entrevistas con los presos y no permiten que se prolonguen más de la cuenta, e ignoran algunas preguntas incómodas de la prensa.
A los visitantes se les permite el acceso a una única celda de la prisión, donde siete presos se prestan a relatar su historia: todos han sido sentenciados por delitos relacionados con drogas y uno de ellos cumple condena perpetua (25 años en Egipto).
Aseguran a los medios que la celda es "amplia y ventilada", tienen un baño compartido e incluso pueden ver la televisión, manifiestan señalando el aparato que domina la estancia, donde hay camas litera y un ventanuco que deja filtrar unos rayos de sol.
COCINA LLENA DE MANJARES
Un oficial del Departamento de Relaciones Exteriores del Ministerio de Interior, que pide permanecer anónimo, señala a Efe que no hay que creer lo que se dice en las redes sociales o en los informes elaborados fuera de Egipto sobre las condiciones de los presos, aunque reconoce que "las familias siempre se van a quejar" de como viven los suyos.
ONG locales e internacionales han denunciado la situación en las sobrepobladas cárceles egipcias, en especial el trato que reciben los presos políticos que en ocasiones son mantenidos en régimen de aislamiento, se les prohíben las visitas familiares, así como tener libros u otros objetos personales, y no reciben el tratamiento médico ni la alimentación básicos.
En la cocina de la cárcel de Borg al Arab, con motivo de la visita se exhiben todo tipo de manjares, entre los que hay mucha carne -un lujo para la mayor parte de los hogares egipcios debido a su coste elevado-, además de otros productos frescos, y los aprendices cocineros preparan guisos en grandes cantidades.
LA CAMISETA DE ARGENTINA
En el complejo carcelario también hay un campo de fútbol, con las líneas blancas recién trazadas, y algunos presos juegan vistiendo la camiseta de Argentina, bajo la mirada atenta de agentes antidisturbios y otros policías.
Junto al campo de fútbol, hay otro de voleibol, donde los improvisados jugadores dan patadas a la pelota y no consiguen lanzar un tiro por encima de la red, pero aseguran a la prensa que entrenan unos tres días por semana y que cada uno puede elegir el deporte que prefiere para practicar para matar el tiempo entre rejas.
Francesca Cicardi