Con el acuerdo entre Estados Unidos y los talibanes cada vez más cerca, crece el temor en Afganistán de que un pacto apresurado de Washington y los insurgentes pueda empujar al país a una guerra civil, si no se garantiza una retirada escalonada de las tropas o la reconciliación nacional.
El representante especial estadounidense para los esfuerzos de Paz, Zalmay Khalilzad, presentó este lunes al Gobierno afgano en Kabul una copia del borrador del acuerdo con los talibanes para que lo someta a consultas, después de que este fin de semana concluyera la novena ronda de negociaciones con los insurgentes en Doha.
Con este pacto se espera que los estadounidenses anuncien la retirada de las tropas extranjeras después de dieciocho años de ocupación y decenas de miles de muertos, entre ellos casi 3.500 miembros de la coalición, mientras que los talibanes darían garantías de que ninguna agrupación terrorista usará el territorio afgano como base.
Sin embargo muchos ven similitudes en este proceso con lo que sucedió en la década de 1990, cuando, tras la rápida retirada de las tropas soviéticas del país, comenzó una guerra civil que dejó a su paso ciudades arrasadas y miles de muertos, contienda que concluyó con la invasión estadounidense en 2001.
"Será un acuerdo inestable y deficiente. No creo que con él finalice la guerra, sino que dará comienzo otra", afirmó a Efe el general Atiqullah Amarkhil, analista político afgano.
En su opinión, será importante ver "si después del acuerdo de paz los talibanes estarán listos para aceptar la democracia, la libertad (...) o simplemente esperarán a que los estadounidenses se vayan para tomar el país por la fuerza".
"Si es así, nos enfrentaríamos a la situación de guerra civil a la que nos enfrentamos en los años 90 tras la retirada soviética, cuando las grandes ciudades acabaron convertidas en cenizas", remarcó Amarkhil, que era comandante de las Fuerzas Aéreas afganas antes de que empezara el conflicto en 1992.
Al analista le preocupa que el Gobierno afgano y la comunidad internacional no hayan participado en las negociaciones, lo que, a su juicio, disminuye la credibilidad de un posible acuerdo.
"Los afganos todavía no saben qué les deparará el acuerdo (...) Será un hecho consumado, les guste o no", señaló.
La firma de ese acuerdo daría paso al inicio de conversaciones entre los talibanes y el Gobierno afgano, un requisito indispensable que impusieron los insurgentes para comenzar a negociar con Kabul.
Pero para que esas "negociaciones intra-afganas" tengan éxito, deberán estar respaldadas por la "comunidad internacional, en especial Estados Unidos", aseguró a Efe el director del Centro de Investigación Estratégica Qased (QSRC), Abdul Baqi Amin.
El experto pidió a Washington que actúe con responsabilidad y no permita que los afganos inicien una nueva contienda civil, ya que ahora los antiguos señores de la guerra disponen de dinero además de armas, "por lo que, si sienten que sus intereses se ven amenazados durante las conversaciones de paz, irán a una guerra civil para luchar contra los talibanes", que controlan ya un 56 % del país.
En este contexto, los comentarios la semana pasada del presidente estadounidense, Donald Trump, durante una entrevista, han generado cierta incertidumbre sobre el futuro del acuerdo, al asegurar que tras su firma mantendrá 8.600 soldados en Afganistán.
Ello chocaría con el deseo de los talibanes, que quieren a todos los estadounidenses fuera de Afganistán, lo que incluye a unos 22.700 soldados que forman parte de la OTAN o llevan a cabo labores antiterroristas en el país y a otros 10.648 contratistas civiles.
Entre tanta duda, algunos también muestran cierto optimismo, como el miembro del "laboratorio de ideas" (think tank) Rana Research Safiullah Mullakhil, deseoso de que un acuerdo "abra la puerta a la paz".
"Todos están cansados de la guerra y todos reconocen que la guerra afgana no tiene una solución militar", declaró a Efe Mullakhil.
Otro aspecto que puede llevar a que la paz prospere en Afganistán es que los talibanes de ahora no son los mismos que los que estuvieron en el poder entre 1996 y 2001.
Actualmente, según Mullakhil, los talibanes "están conectados al mundo, ven la televisión, usan teléfonos inteligentes e internet; disfrutan de la libertad de expresión y saben de la importancia de la educación femenina y de que todo afgano tenga voz en un Gobierno democrático".
"Todo esto aumenta la esperanza de que los talibanes prefieran la paz y no la guerra", consideró el analista.