"La religión es algo muy inocente", afirma en una entrevista con Efe la joven activista sudanesa Alaa Salah, quien cree que los jóvenes, motor de la revolución de Sudán, no tienen "ningún problema" con la religión siempre que "un partido o un gobierno no haga lo que quiera en su nombre".
Salah se convirtió, con 22 años, en un icono de las protestas que comenzaron en Sudán en diciembre de 2018, tras viralizarse un vídeo en el que se dirigía una multitud de jóvenes y mujeres recitando poemas revolucionarios, por el que fue apodada como "Reina nubia" o Kandaka, nombre con el que se conoce a las antiguas reinas del país africano.
"Nunca creí que esa imagen iba a dar la vuelta al mundo", explica la activista, quien considera que ese era "un rol, un papel natural para hablar de los logros de la revolución y sensibilizar a la gente sobre lo que estaba pasando".
Tras meses de protestas y la caída en abril del denominado "Gobierno de la Salvación" del presidente Omar al Bashir después de tres décadas en el poder, la activista asegura que, con el actual gobierno de transición que comenzó en agosto pasado, ha llegado "un período nuevo" y una situación "mucho más segura que en el pasado".
Consciente de que los nuevos líderes afrontan "muchos desafíos", Salah confía en que "dentro de tres años habrá elecciones y un nuevo gobierno" y aspira a que las mujeres "ocupen el 50 por ciento de los puestos con importancia en la toma de decisiones", un porcentaje que ella cifra actualmente en torno al 20 por ciento.
"Después de todo lo que ha sacrificado, la mujer se merece" un puesto destacado en el nuevo Sudán, reflexiona esta joven, quien subraya que limitar el papel de las mujeres fue el objetivo de algunas de las medidas del régimen anterior, como la ley de Orden Público, que criminalizaba el consumo de alcohol, ciertas vestimentas consideradas inmorales y que fue finalmente derogada el pasado mes de noviembre.
Salah también destaca el rol de los jóvenes que, junto a las mujeres, constituían el 70 % de los manifestantes en unas protestas que se reprimieron con "métodos perversos, como bombas lacrimógenas, balas, balas de plástico, tortura en las detenciones y asesinatos", detalla Salah, a la que se añaden los casos de "violencia sexual y violaciones" en Darfur.
Esta estudiante de arquitectura en la Universidad de Jartum cree que "la mujer en Sudán siempre ha tenido su contribución a los movimientos políticos en todas las épocas y períodos" y ahora su situación ha mejorado tras "la desaparición del régimen que quería marginarlas".
Salah, quien participó este martes en la jornada “La promoción de los derechos de las mujeres” celebrada en Madrid para conmemorar el 40 aniversario de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (Cedaw), insiste en que el objetivo es alcanzar “una representación no cuantitativa, sino cualitativa”, según expresó durante su intervención en el evento.
En esa conferencia, en la que participó junto a la vicepresidenta del Gobierno español en funciones, Carmen Calvo y la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la chilena Michelle Bachelet, insistió en que los gobiernos deben “garantizar la ejecución de los convenios” y fortalecer el papel de las ONG en las zonas de conflicto, cuyos informes “son más transparentes que los de otras instituciones”, destacó.
Salah explica a Efe que no se considera "el único" símbolo del movimiento que acabó con el régimen de Al Bashir y destaca que "lógicamente, los mártires se merecen un papel mucho más importante "
"Creo que lo que hubo en Sudán fue una revolución dedicada al cambio de conceptos y de la propia sociedad", explica la joven, que reconoce que su imagen ayudó a visibilizar el conflicto.
"Podemos hablar de muchos mártires, de mucha gente que ha sufrido en las protestas y las sentadas en todo el tiempo que hemos pasado en las plazas. Todos ellos se merecen ser símbolos también", concluye.
Andrea Caballero