El nivel de depresión con el que las bases demócratas estaban afrontando las elecciones de Estado Unidos puede medirse con una cifra. Después de saberse que Joe Biden se rendía a la evidencia y de que apoyaba a su vicepresidenta, Kamala Harris, para ser la candidata demócrata, la campaña de esta última recibió 50 millones de dólares sólo durante el domingo, 81 millones en las 24 horas siguientes. Fue una explosión de júbilo traducida en aportaciones de 880.000 votantes demócratas que de repente han descubierto que existe una posibilidad real de ganar en noviembre.
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