"España ha dejado de ser católica", decía Manuel Azaña al comienzo de la Segunda República, cuando aquel Congreso de los Diputados aprobó las leyes laicistas. Era una metáfora, dejó de ser católica sobre el papel de la ley, pero no en las creencias de buena parte de su pueblo.
España, este domingo 10 de noviembre, ha dejado de ser una excepción en Europa por la potencia de la extrema derecha en su Parlamento. Pero también es una metáfora, pues precisamente lo excepcional era tener una dictadura a mediados de los setenta y que el dictador aún estuviera en un mausoleo después de 40 años muerto: no existía tal cosa ni en Portugal, Grecia, Italia y Alemania, países de dictaduras fascistas.
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