La energía con la que el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva ha abandonado la celda en la que quedó recluido el 7 de abril de 2018 está a la altura de su currículum. El cóctel de mensajes en sus primeras palabras, repartiendo amor y esperanza, pero mirando directamente a los ojos de la Fiscalía y del exjuez federal Sérgio Moro, augura temporada de lucha para uno de los más veteranos símbolos de la izquierda latinoamericana.
La política brasileña ha visto ya muchas cosas, pero nunca ha presenciado un verdadero cuerpo a cuerpo entre Jair Bolsonaro y Lula da Silva. Ni siquiera entre Bolsonaro y el Partido de los Trabajadores.
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