El compositor cree que la música sirve para crear comunidad, tanto con los intérpretes como con el público, aunque está instaurada la idea de que un concierto es casi un hecho trascendental que tenemos que escuchar en silencio y centrados en nosotros mismos, sin molestar al de al lado: “Esa noción, del siglo XIX, está muy metida en el mundo de la música, pero yo creo que en muchos niveles diferentes la música consigue que empaticemos con las emociones del que tenemos al lado y que vivamos esos sentires humanos en común, desde las alegrías hasta las ansiedades y temores vitales”, reflexiona.
Buide del Real acaba de terminar de escribir una cantata por encargo de la Orquesta Sinfónica de Galicia, con textos de José Ángel Valente y del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. Explica que para él componer es rumiar la propia realidad, volver a contar lo vivido, y que las obras siempre acaban mostrando las vivencias y los sentimientos experimentados. “Uno cuando escribe música lo hace de manera muy intuitiva, se reflexiona sobre la propia técnica, pero no tanto sobre lo que te motiva o lo que te empuja a hacerlo", afirma. "Mirando retrospectivamente obras que hice y sobre las que va pasando el tiempo, me doy cuenta de lo personales que realmente eran. Incluso obras que pueden parecer muy abstractas, veo que transmiten momentos vitales muy concretos. Yo creo que tanto individualmente como socialmente, todo lo que recibimos al final, lo rumiamos y lo transformamos en música, o en otra expresión artística”, añade.
La experiencia de la pandemia se ha colado en sus composiciones aún sin ser consciente de ello. El título de la obra que presentará en Nueva York, para soprano y orquesta, se podría traducir por "despedida" y musicaliza un texto chino de Wang Bo, un poeta del siglo VII, y que Buide del Real escribió en el inicio de la pandemia. “Es una obra que compuse durante los meses más duros del confinamiento. Primero se presentó en China. Curiosamente, es una obra que habla sobre el valor de la amistad y los vínculos humanos en momentos de ausencia y de pérdida. Fue un encargo: mi labor era poner música a las palabras de Wang Bo. Empecé a estudiar algo de chino para tener un conocimiento mínimo de la fonética y me di cuenta de que ese texto resonaba mucho con lo que estaba pasando. Me apropié de ese texto que habla de la ausencia, de la pérdida, del aislamiento. Y al final lo transformé en mi manera de expresar la pandemia”, explica el compositor.
Buide vuelve así, momentáneamente, a Estados Unidos, donde vivió durante cuatro años. En aquel país siente que no pesa tanto como en Europa el deber casi moral de mantener una tradición artística. “La relación con la tradición es muy diferente a Europa", señala. "Yo creo que no hay tanto respeto solemne por lo que se pueda entender por canon o por tradición. Y como, en cierta manera, es una sociedad joven, formada con personas de muchos lugares del mundo, no hay esa ansiedad por demostrar quién eres artísticamente o cuál es tu genealogía. Eso sí es algo que yo noté, a pesar de que hay un respeto enorme por la tradición y un conocimiento profundo de los grandes autores. En cierta manera, el acercamiento al arte es más espontáneo, no pesa tanto la ansiedad de insertarse en una tradición o en una especie de línea histórica de la que yo tomo el testigo y tengo que continuar”, explica el músico.
Buide del Real considera necesario estar abierto a otras disciplinas artísticas para ensanchar su trabajo como compositor. En su primera ópera, A amnesia de Clío (2019), trabajó con el libretista, el dramaturgo y la directora de escena. “Fue muy enriquecedor porque la manera en que escucha un director de escena o un dramaturgo la música es diferente a como la puedo concebir yo como compositor. La ópera es ante todo teatro. Y yo, como compositor, aunque me centre en organizar el sonido, nunca puedo perder la dimensión teatral, la dimensión de la narrativa dramática de la obra. Aunque sea una obra que va a ser escuchada, una ópera en el fondo va a ser escuchada transmitiendo un texto que hay debajo”, concluye Buide, que más que compositor, organista o pianista, prefiere definirse como músico.
En la era digital los hábitos de escucha están cambiando enormemente. La mayor parte de las veces la música se escucha de manera fragmentaria y muchas veces durante un corto espacio de tiempo. Cada vez menos se realiza una escucha prolongada y atenta. “Hay la paradoja de que nunca hemos tenido acceso a tanta música tan diferente geográfica y cronológicamente, de cualquier época, pero nunca escuchamos con menos atención y una capacidad de focalizar tan corta", afirma.
"Escuchamos segmentos de música muy, muy rápidos, consumimos de una manera casi como epidérmica la música. Acaba llegando a nosotros aquello que nos causa un impacto más rápido, más inmediato, y estamos dejando de descubrir toda la riqueza sonora que nos puede proporcionar en una escucha más atenta”, reflexiona el músico, que añade: “Yo creo que estamos perdiendo un poco la capacidad de saborear y de disfrutar la música en detalle. Este es el diagnóstico, no sé cuáles son las soluciones".
No obstante, sí lanza una propuesta sobre la que trabajar: "Creo que en la educación la música debería tener un papel más importante, abierta a cualquier tipo de estilo y de realidad musical geográfica, pero sobre todo enseñando y aprendiendo a escuchar con detalle. Igual que sabemos que tenemos un patrimonio pictórico impresionante y que para ir al Museo del Prado no se trata simplemente de llegar allí y ver, sino que tenemos que tener una preparación y unos conocimientos para poder percibir la grandeza de esas obras, eso mismo hay que aplicarlo a la música. Tenemos que proporcionar unas herramientas a la sociedad para que no se pierda ese patrimonio, porque sería una pena que como sociedad nos muriésemos sin descubrir tanta riqueza que tiene la música”, sostiene.