Ese tipo de películas necesitan un factor esencial para triunfar en taquilla: tiempo. Los fenómenos de boca a oreja pocas veces nacen rápido, sino que hay que dar una segunda semana para ver el resultado. Uno de los mejores ejemplos se ha visto este año con Cinco lobitos. En su estreno el 20 de mayo en 141 pantallas recaudó 88.953 euros, lo que supone una media de 774 euros. Una cifra que hace años hubiera sido considerada un fracaso pero que en el contexto actual se acepta como correcta, aunque lejos del ruido mediático que había tenido en los medios y las críticas recibidas. Su recaudación final ha sido, según datos del Ministerio de Cultura, de 835.214 euros. Es decir, que el filme de Alauda Ruiz de Azúa multiplicó casi por diez sus datos iniciales. La pregunta es sencilla, y la respuesta también. ¿Qué hubiera pasado si la semana siguiente se hubieran estrenado 20 películas o hubiera llegado un Avatar en casi 2000 salas? Probablemente no hubiera tenido el espacio suficiente para crecer y convertirse en el fenómeno que finalmente fue.
Los fenómenos de boca a oreja han sido escasos este 2022, y eso afecta al mismo tipo de cine, al adulto de distribuidoras independientes. Alcarrás, As bestas, Cinco Lobitos... son algunas de las que han superado esa barrera, pero títulos que en otras ocasiones hubieran funcionado gracias a los buenos comentarios como Simone, la mujer del siglo, no han tenido esa oportunidad. Para Enrique Costa, presidente de Adicine (Asociación de Distribuidores Independientes) y responsable de Elastica, que estos años ha logrado éxitos gracias al boca a oreja como La peor persona del mundo o Alcarràs, sí que se estrenan muchas películas, pero es un fenómeno que arrastramos desde "antes de la pandemia, no es nada nuevo".
Un mal que también ocurre en otros países. Este hecho le provoca preocupación, porque "hay tantas películas que es imposible que todas consigan la visibilidad que les corresponde, y quedan dañadas de alguna forma u otra". "Todas pierden un espacio, ya sea a nivel publicitario, a nivel de salas comerciales, de pases o también en algo súper importante para nosotros como es el espacio en los medios de comunicación; que se reduce al máximo teniendo en cuenta que cada vez hay menos espacio en las redacciones y segundo, que al haber tantas propuestas alguna tienes que dejar fuera", opina.
Tiene claro que "cada vez es más complicado construir un fenómeno de boca a boca". "Primero, porque cada vez es más difícil dar a conocer al público la existencia de tus películas antes del estreno. Segundo, porque la paciencia del exhibidor que se ve presionado por los costes de mantenimiento de las salas y por los resultados de las taquillas, hace que cambien más rápido las las parrillas, las películas que hay en cartel, y eso impide en muchos casos que las películas tengan esa paciencia. Ese tiempo determinado para poder crecer porque nadie se entera de que existen esos boca a boca. Lo que acabamos haciendo son pequeños estrenos, dimensionar de una forma diferente o sobredimensionado, para después intentar tener un resultado medianamente decente", analiza sobre la situación actual.
Para Costa el futuro pasa por sentarse "todos los responsables de producción, distribución y exhibición para encontrar un modelo más estable y más seguro". Eso pasa por el apoyo público y pide que la cuota de pantalla que obligaba a las salas se mantuviera en un 25%. La Ley del Cine la acaba de bajar al 20%, complicando más la situación. "Creo que es más importante marcar unas reglas un poquito más básicas para saber cómo se puede estrenar una película. Es importante que se siga manteniendo que el 25% del cine que se distribuye en salas sea europeo. Eso es algo que es vital, porque la mayoría del cine independiente es europeo. Después hay países europeos que tienen medidas como que haya un límite de copias que pueda ocupar una misma película dentro de un complejo. Eso aquí es impensable teniendo en cuenta el estreno del día 16 de diciembre y del cual no voy a decir ni su nombre, claro", añade refiriéndose a Avatar.
Costa considera que se deberían defender las ventanas: "El cine sigue siendo la que genera más dinero en la explotación, y si todos somos conscientes podemos facilitar que esta situación que estamos viendo ahora, en la que se disuelve rápidamente una película en cartel, no estuviera pasando". "El hecho de que desde el Estado se haya instaurado una ayuda a la exhibición puede ayudar económicamente a los exhibidores para tener un poquito más de paciencia y no vivir tan ahogados como viven, porque al final, los exhibidores son nuestros mejores compañeros de viaje y tenemos que remar en la misma dirección", sostiene.
De la misma opinión es su compañero Enrique González Kuhn, dueño de Caramel, distribuidora que ha triunfado con éxitos de público como Cold War, Ida o los filmes de Nadine Labaki. Apuesta también porque desde lo público se ayude a las salas, pero no solo con dinero, sino con intervencionismo, "como están haciendo en todos los lados". Recuerda que en Italia han aumentado el tiempo de exclusividad que una película debe estar en salas y que en Francia ese tema también está legislado. "Aquí, sin embargo, es la jungla, y el público tiene un lío de narices porque no sabe si la película está la siguiente en una plataforma o no, hay tanto contenido que al final el público va a ver lo que realmente suena por ahí", opina.
Para él, el boca a oreja ahora se genera más en redes, ya que el público que acude a ver esas películas ha cambiado. Ahora quien está yendo a esos cines son gente "de entre 30 y 50 años, cinéfilos, más cinéfilos que nunca porque en la pandemia han visto muchas películas y es el público al que hay que conquistar. Un público que está metido en redes y ya no sirve tanto el anuncio en el periódico impreso. Hay que trabajarlo de otra manera, con eventos, con redes". Tiene claro que estrenos como Avatar "afectan", porque "durante tres semanas no se verá otra cosa", pero también que para los cines es un salvavidas.
Igualmente apunta a otro fenómeno que hace que cada semana se estrenen más películas de las que debería: "Hay muchas distribuidoras que son dos personas y que compran una película por 2.000 euros. La venden a una plataforma por 14.000 y la sacan en tres cines para cubrir el expediente, ahí se sacan un un dinerito que es para pagar las nóminas de los dos y punto. Hay mucho de eso, realmente de las 20 que llegan todas las semanas solo hay ocho con cara y ojos ahí. Si miras las películas las que salen con más de 30, 40 o 50 copias no son 20, son nueve o diez".
Quien no está de acuerdo con el intervencionismo es Álex Lafuente, productor y distribuidor de uno de esos éxitos del año, Cinco Lobitos, con su empresa BTeam. Opina que "no se puede empujar el comportamiento del público, que es muy cambiante ahora y que va título a título". "Creo que es muy complicado establecer patrones comunes para determinar la forma en la que se comporta el espectador a la hora de tomar la decisión de ir a la sala. Estamos viendo que el cine europeo está teniendo muchas dificultades de encontrar el público en la sala ahora mismo, porque el espectador no está escogiendo ver ese tipo de cine y está priorizando, por ejemplo, el español. Es muy complicado desde un punto de vista de legislación, encontrar lugares comunes que sirvan para todo. Más que un tema de protección es un tema de comunicación, de apoyo y de promoción", zanja.
Lafuente considera que ya antes de la pandemia había muchos estrenos, pero que ahora se ha empeorado en un momento en el que "las cifras de taquilla son significativamente menores y con un público mucho más reducido y mucho más selectivo". Para evitar este efecto embudo apuesta por huir del otoño, trimestre donde todos quieren estrenar, y optar por la primavera o el verano. Tanto Alcarràs como Cinco Lobitos salieron triunfantes estrenando en una fecha donde casi nadie lo hace. Para Lara Pérez Camiña, su socia en BTeam y copresidenta de Adicine junto a Enrique Costa, el problema no es tanto de estrenos como de un público cuyo comportamiento ha cambiado tanto que se ha hecho impredecible. "Se ha perdido el hábito de ir al cine. Se nos olvida como opción de ocio, y tenemos que plantearnos eso a la hora de pensar cómo estrenar, de comprar, de pensar qué tipo de producto funciona, que antes estaba muy claro y ahora no. Quizás la solución pasa por estrenar menos pero trabajarlo mucho más", puntualiza.
Ambos son conscientes de la importancia del boca a oreja en un público "que no tiene la urgencia de ir al cine y que no la ha tenido nunca". La diferencia es que las salas ya no tienen tiempo para esperar a nadie: "Necesitan ver el primer fin de semana para poder determinar si va a funcionar o no, pero la gente necesita un tiempo más pausado para tomar esa decisión de ir a ver una película. Entonces, si no les damos ese tiempo y además les bombardeamos con muchísimas ofertas, lo que hace que las salas tengan que de alguna manera revisar y cambiar sus programaciones semana tras semanas, no damos pie a que eso pase".