Este estreno, junto al corto Déjame hablar, de Samuel Alarcón, evocan el recuerdo del compositor de música contemporánea más relevante de España: Luis de Pablo (Bilbao, 1930-Madrid, 2021).
Tal vez el público habitual de los conciertos del teatro Monumental, jubilados de abono en su mayoría, no conociera la música y la significación de Luis de Pablo. En cualquier caso, no suponen una excepción porque incluso grandes melómanos ignoran la trascendencia de este compositor vasco en la evolución de la música en España en la segunda mitad del siglo XX. El crítico musical Álvaro Guibert comenta a propósito de la pieza: “Compuesta mientras trabajaba en la ópera El abrecartas, la obra comparte con ella recursos como el de las escalas breves o las células repetitivas. Comparte también la preferencia por los registros centrales de las voces. En la ópera podría pensarse que se trata de un recurso para favorecer la inteligibilidad del texto, pero en ese Sin título no hay texto que entender. La explicación quizá esté en el gusto de De Pablo por lo contenido o, mejor, en su disgusto por lo estridente”.
Ahora bien, si el nombre de Luis de Pablo y su obra trascendieron más allá de los círculos minoritarios de la música contemporánea, se debió a la treintena de bandas sonoras que compuso para grandes directores del cine español como Carlos Saura o Víctor Erice. El compositor afirmaba que el cine le resultaba un gran estimulante y un motor de ideas para su música. No obstante, Samuel Alarcón, director del cortometraje Déjame hablar, señala que De Pablo consideraba la música para cine “más bien una especie de pachanga, una melaza que no se utiliza bien”. Sea como fuere, lo cierto es que Luis de Pablo formó parte, como músico, del mítico equipo de Elías Querejeta, el mayor productor del cine de autor español durante décadas.
Nacido en Bilbao, abogado de profesión y autodidacta como músico, Luis de Pablo optó por dedicarse en exclusiva a la música desde bien joven. Pero esa aparente carencia se convirtió en un acicate. Como escribió en un obituario el crítico Jorge Fernández Guerra, que fue discípulo de De Pablo, “gracias a esa energía, como todos los autodidactas, practicó la formación permanente, la curiosidad intelectual en grado sumo, la alerta ante todo lo que conformaba el devenir de la vida social”. Formó parte de la llamada generación de músicos de 1951, junto con figuras como Cristóbal Halffter y Antón García Abril y viajó con frecuencia al extranjero para aprender de los nuevos vientos de música de vanguardia que recorrían Europa en una época de clamoroso atraso cultural y represión política en España. El currículo y prestigio de Luis de Pablo resultan impresionantes por la abundancia de su producción, su participación en conciertos en varios países, los premios recibidos y su tarea de innovación permanente. Además, durante aquellos años sesenta y setenta fue cuando compuso bandas sonoras para filmes como La caza, Ana y los lobos o El espíritu de la colmena, títulos clave de la historia del cine español y algunos de ellos premiados en festivales internacionales. Solían ser bandas sonoras muy minimalistas para pocos ejecutantes. El último galardón que recibió De Pablo fue el León de Oro de Música de la Bienal de Venecia en 2020, un año antes de morir.
Música aleatoria, vanguardista, dodecafónica, electrónica, contemporánea… Una multitud de definiciones podrían encajar para las obras de Luis de Pablo, pero el autor se negaba a encasillarlas. En una entrevista en TVE, en los setenta, contesta a una pregunta de la periodista Natalia Figueroa: “No hay que aprender nada para escuchar mi música. Sencillamente hay que oírla, como todas las músicas”. Más tarde, su papel se acrecentó con la democracia cuando fundó en 1983, por ejemplo, el Centro para la Difusión de la Música Contemporánea o cuando puso en marcha el primer laboratorio madrileño de música electrónica. Compuso varias óperas, su proyecto más ambicioso, y después del estreno de Kiu, su primera pieza de género lírico, creó otras cinco óperas más, la última de ellas El abrecartas, con libreto del escritor Vicente Molina Foix.
La conocida imagen de Luis de Pablo, hombre tranquilo y plácido, calvo y con barba valleinclanesca, va punteando el documental Déjame hablar que, de cualquier modo, toma su música como hilo conductor. “No quise filmar un cortometraje convencional”, explica a eldiario.es el periodista y cineasta Alarcón, “porque creo que cada documental debe desarrollar un lenguaje apropiado para cada tema. Por ello la música de De Pablo actúa como protagonista casi exclusiva de la película en un ejercicio de cine experimental”. Samuel Alarcón había conocido al músico en Roma en 2007, durante una estancia de ambos en la residencia para artistas del Ministerio de Asuntos Exteriores. Más tarde, la petición de una sobrina-nieta del compositor, su familiar más cercano ya que no tuvo hijos, lo impulsó a dirigir Déjame hablar que ya ha desfilado por varios festivales. Este cortometraje deja, pues, testimonio del legado de un músico inclasificable como Luis de Pablo.