Este miércoles se cumplen cuatro décadas desde que se estrenara en España la mítica cinta dirigida por Ridley Scott en 1979 que, a pesar de su escasa financiación inicial, acabó convirtiéndose en todo un icono del género de terror y del séptimo arte. "Era una película de bajo presupuesto muy bien escrita", dijo el cineasta la primera vez que leyó el guion de Dan O'Bannon, que quiso crear una especie de "Tiburón en el espacio" siguiendo la estela marcada por Steven Spielberg en 1975, "y la convertimos en un filme de calidad con un reparto espléndido y un monstruo fantástico".

Son muchas las curiosidades que se pueden mencionar de uno de los grandes referentes de la ciencia ficción, desde la lóbrega fotografía entre los pasillos de la Nostromo hasta una peculiar decisión para lograr mayor "naturalismo" en la mítica escena en la que un extraterrestre atraviesa el pecho de John Hurt: el resto de los actores no tenían ni idea de lo que iba a ocurrir en el set de rodaje, de ahí sus caras de pavor. Sin embargo, hay un campo más allá del técnico y el narrativo donde Alien también tiene mucho que decir: el filosófico.

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"El tema de Alien no es nuevo: es el terror clásico europeo de toda la vida que representa precisamente el miedo a lo ajeno, al invitado siniestro o al huésped que entra en la casa, que en este caso es la nave", explica a eldiario.es Juan Manuel Romero, profesor de filosofía y aficionado del género. Pero, aún así, en la criatura de O’Bannon sí que existe un concepto novedoso que ya fue anticipado por Drácula y una supuesta enfermedad procedente de Europa del este: el miedo a la destrucción biológica.

"Alien no es que traiga la enfermedad: es la enfermedad en sí misma. Además, juega con la identidad de la persona, porque para sobrevivir lo que hace es una reconversión genética entre el animal y el humano", apunta el docente. El monstruo se convierte de esta manera en una especia de clon siniestro de las esencias, uno que nos hace sentirnos débiles porque supone una perversión de lo que hasta ahora creíamos tener dominado: nuestro propio cuerpo.

Alien como monstruo foucaultiano

Esta capacidad memética de la criatura explica cómo funciona el mundo actual, definido por lo digital y lo viral. Puede decirse que el alien "crackea" nuestro cuerpo, al igual que un virus hace con un ordenador, para convertirse en una versión actualizada de ese Huésped siniestro ya presente en el relato de terror escrito por Amadeus Hoffmann a principios del siglo XIX.

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El término de biopoder tampoco es inaudito. El filósofo francés Michel Foucault ya lo utilizó para referirse al poder ejercido por los Estados modernos para controlar las propiedades, las acciones y las vidas de sus individuos, algo que en la película de Scott también tiene su paralelismo. Según Romero, es como "un virus que se introduce en el organismo, utiliza tu código genético, lo piratea y mediante ese código genético se va recombinando contigo como una especie invasora. Y lo hace de tal manera que puede llegar a colonizar tu hábitat mejor que tú".

Hay que tener en cuenta otro aspecto fundamental para subrayar lo siniestro de Alien. La criatura es andrógina, una figura ambigua a medio camino de transformación entre lo humano y "lo otro". "Muestra ese miedo conservador que tiene la sociedad a que el cuerpo, centro de relaciones de poder, termine transformándose de tal manera que ya no seas del todo hombre o mujer, sino que dejes de ser una entidad clásica y marcada", afirma el docente sobre la ruptura del canon.

Aceptarlo desde un plano psicológico es complicado, ya que lo planteado no es otra cosa que una reinterpretación de lo que tradicionalmente se cataloga como humano. ¿Puede ser el cuerpo una superficie abierta a la inscripción? ¿Una tabula rasa que se puede modificar a nuestro antojo? Y, de ser así, ¿podemos aceptar que algo diferente a todo, como es Alien, termine colonizándonos? Desde luego que no.

"Alien representa el miedo a ser devorado por alguien superior en la cadena alimenticia. Nos hace reflexionar sobre que tal vez no seamos siempre el organismo en la cúspide dentro de un ecosistema", señala Romero sobre un aspecto que también comparte la ya mencionada Tiburón.

El miedo a la paternidad o maternidad

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Ya se ha hablado largo y tendido de la escena por excelencia del filme, aquella en la que una cría del parásito brota de las tripas de uno de los tripulantes. Más allá de lo visceral de su visionado, esta también refleja un temor humano convertido en tabú universal: el miedo a tener hijos.

"Lo que vemos en esta parte es también un nacimiento, ya que es un hijo al recombinarse genéticamente con otro organismo. Esto es algo muy presente en la obra de H. R. Giger", señala el docente sobre el artista gráfico que también se encargó de los efectos especiales de la cinta. Sus creaciones son bastante reveladoras: en ellas frecuentan los niños enfermos y deformes, e incluso hay una pistola en cuyo cargador se almacenan fetos a modo de balas.

Pero no todo es negativo en El octavo pasajero (que en realidad son nueve si contamos al gato). En el fondo su estructura narrativa habla de la capacidad de la especie humana para sobreponerse a una amenaza externa, por muy horrible e invencible que parezca. Es una oda a nosotros, habitantes del planeta Tierra, como amos y únicos seres capaces de plasmar su subjetividad sobre el cosmos.

"Esto es muy antiguo. Viene del mito de Ulises y el viaje que hace ante los horrores del Mediterráneo. El héroe es quien termina sobreponiéndose con sus sabias técnicas humanísticas por encima de las inclemencias de la naturaleza y sus horrores", asegura el profesor. Apunta, además, que esto se puede ver a través de diversos autores clásicos de filosofía como Kant, con "el concepto de lo dinámico sublime y cómo el ser humano mediante la razón y la técnica es capaz de superar las catástrofes".

Pero también en Nietzsche, que introdujo la voluntad de poder para referirse al conjunto de fuerzas desiguales que guían la vida misma. Es el motor de la existencia, lo que empuja al 'superhombre' que en este caso, como añade el docente, está representado por "la ambición de los humanos por dominar la galaxia entera". Ellen Ripley es la salvadora, no solo de sí misma, también de nosotros.

Las siguientes entregas de Alien, con mayor o peor aceptación, han sido más bien un intento de prolongar el éxito de El octavo pasajero. Pero fue aquel punto de partida el que introdujo un nuevo enemigo que, literalmente, se puede esconder en lo más profundo de nuestro ser. De hecho, todavía hoy seguimos contagiados.

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