A pesar de tener que huir de su país, sus tramas siguieron mirando hacia aquí. Las heridas de la guerra, la falta de libertad durante el franquismo, la pobreza extrema, la represión… todo supuraba en obras como El cordero carnívoro, María república o Ana no, retratos despiadados y brillantes de la sociedad franquista. El estilo de Gómez Arcos era descarnado, lleno de escenas sexuales tan turbadoras como importantes para la trama y como metáfora del país. Un autor que en Francia vio cómo era reconocido con los premios más importantes (siendo hasta dos veces finalista del premio Goncourt, el más prestigioso del país). Mientras en España, su obra ni se traduce y muere en 1998 ?por complicaciones derivadas del sida? sin ser reivindicado, a pesar de que la democracia había vuelto bastante tiempo atrás.
No es solo una cuestión de premios. Gómez Arcos es un autor de estudio obligatorio en los liceos franceses. Aquí la mayor parte de los españoles siguen sin conocer un nombre que podía haber cambiado la literatura en castellano y ser una de sus voces fundamentales. Sin embargo, algo está cambiando. Autores como Pedro Almodóvar no paran de reivindicar su trabajo y, poco a poco, el boca a boca hace que sean más los interesados en títulos que son auténticas bombas de relojería al orden establecido en el momento.
De las 14 novelas que escribió, muchas han sido publicadas por Cabaret Voltaire, pero otras muchas seguían sin traducir, lo que provoca que cada cierto tiempo haya una nueva obra de Agustín Gómez Arcos que disfrutar para sus lectores españoles. La editorial acaba de hacer lo propio con El hombre arrodillado, donde Gómez Arcos deja el franquismo para clavar sus dardos en la Transición y la movida madrileña, una época de supuesto progreso que en gran medida se ha criticado también como un lavado de cara.
Un hombre de un pueblo minero viaja al sur buscando dinero y luego a la capital para ver que los pobres nunca cuentan, ni para el dictador ni para los socialistas. Hay dardos para la prensa rosa (con trasuntos de Isabel Preysler e Isabel Pantoja), un pasaje en el Palmar de Troya (aquí el Olivar del Gólgota) y aparece hasta un director a punto de despuntar de nombre Peter. Aten cabos. Gómez Arcos no deja títere con cabeza, tampoco al Gobierno de un PSOE que desatendía la marginalidad.
Desde hace 15 años la encargada de traducir la obra de Agustín Gómez Arcos es Adoración Elvira Rodríguez, responsable de encontrar la metáfora perfecta en castellano para trasladar el estilo único del escritor almeriense. La primera que tradujo fue El cordero carnívoro, que fue la primera que escribió también Gómez Arcos. Cabaret Voltaire ya había traducido anteriormente El niño pan pero en ese momento, en torno a 2007, entró ella y se quedó unida a una obra que no le pillaba de nuevas, ya que la había leído “muchísimo antes de que existiera la editorial Cabaret Voltaire”.
“Yo seguía a Agustín Gómez Arcos por haber sido durante toda mi vida profesora de literatura francesa en la universidad. Así que, claro, estaba al tanto de las cosas que pasaban en la literatura francesa contemporánea. Entonces me llamó mucho la atención un autor que se llama Agustín Gómez Arcos y que se le premiaba con cada novela que sacaba, así que dije: ‘Vamos a ver qué es esto’, y ahí fue donde me enamoré de Gómez Arcos. Fue un flechazo tremendo”, cuenta Adoración Elvira.
Cuando le llegó la propuesta, ya se había leído todo la obra del autor. Siempre le preguntan cómo es traducir una obra tan personal, y su respuesta tiene dos partes. Por un lado, deja claro que “no es ni más fácil ni más difícil que traducir que a cualquier buen autor literario”. Después, le sale el dolor de tener que traducir a un autor español que por motivos políticos no puedo escribir en su lengua: “Me parece una pena. Me parece una desgracia que haya que leer a Agustín Gómez Arcos traducido, porque él quiso escribir en español. Él quería hacerlo desde el año 78 que se vino a España y que vivía a caballo entre Madrid y París. Ninguna editorial le abrió camino. Que hayamos dado lugar en España a tener que traducir a Gómez Arcos para poderlo entender, tiene delito”.
Desde El cordero carnívoro (1977) hasta El hombre arrodillado (1989) han pasado 20 años y su traductora los nota, aunque para explicarlo intenta evitar el spoiler de las cosas que ocurren en esta novela recién publicada. Establece un vínculo entre Ana no, que se publica en el año 77 y esta novela. “En aquella había un viaje de una anciana que vive en el sur de España y se va a una cárcel del norte. Y el norte la recibe bien. En esa novela yo siempre vi a Agustín Gómez Arcos, que sale del sur, de su Almería natal, y va dando tumbos hasta que llega a un norte frío que puede ser París donde le acogen y le dan cobijo”, comienza diciendo sobre su hipótesis.
“Y ahora vamos a El hombre arrodillado”, continúa. “Aquí vemos un joven que vive en el norte y que baja al sur pensando que en el sur va a encontrar una vida, que es la que él soñaba. Agustín Gómez Arcos vive en París y dice: 'Me voy a bajar a España, que Franco se ha muerto' y lo que encuentra es miseria. No encuentra nada. Yo veo ahí a Agustín, el hombre que cree que cuando muera Franco en España se va a retomar lo que se había quedado pendiente por culpa del golpe de Estado y ve que no hay nada. Ve la droga en los años 80, que fue algo horroroso. Fuera se veía muy bonita la movida madrileña, pero por debajo… había otra cara de la moneda. La miseria, el desastre, y esto es lo que muestra en El hombre arrodillado. En España se iba de modernos, se presumía de entrar en la Comunidad Económica Europea pero, ¿a costa de qué?”, zanja.
A esa labor de dar a conocer la obra de Agustín Gómez Arcos contribuirá el documental Un hombre libre, que prepara Laura Hojman, directora de A las mujeres de España, María Lejarraga. Un trabajo que intentará reivindicar ese legado con voces y testimonios. Una pista que ha tenido que seguir en Francia, “donde sí que hay muchísima documentación y archivos”: “Es que Agustín participaba en las tertulias literarias de la televisión, en las más importantes, mientras que en España es como un fantasma, porque es muy difícil encontrar aquí el rastro de Agustín, prácticamente no existe”.
Su descubrimiento de Gómez Arcos fue “hace relativamente pocos años, como es tristemente común entre todos”. “Leí El cordero carnívoro y tuve una sensación que creo que es común a todos los que lo hemos leído, que fue pensar que yo no había leído nada así en una novela. Era absolutamente incendiaria, incómoda, pero también hablaba de España y de los traumas que dejaron la guerra y la dictadura. De ese ambiente oprimido y asfixiante es de donde al final también sale la luz y la libertad a modo de subversión de la norma. A mí esto me pareció impresionante, y escrito además en los años 70”, opina Hojman.
Cuando le descubrió, lo que no pudo entender era que en España no se hubiera traducido hasta 2007. “Te preguntas qué ha pasado aquí, el por qué de ese silencio, y de ahí nace mi documental”, explica. Un trabajo que también intenta reflexionar sobre el motivo de esa ausencia: “Ese silencio lo impuso la guerra y después la dictadura. Dejó un trauma muy grande en la población, y ese silencio hizo mucho daño y todavía arrastramos las consecuencias. Yo creo que ahí está un poco la explicación a las reticencias que hay todavía a hablar de la memoria histórica, a hablar de temas que nos parecen incómodos, que son los que él trataba. Agustín Gómez Arcos daba voz a los expulsados de ese orden impuesto por el régimen, a los que quedaban en los márgenes. A mí me interesa mucho el poder de la cultura para generar otros relatos frente a los discursos hegemónicos, frente al pensamiento único”.
Aspira con su documental a “reivindica el poder de la palabra como fuente de vida frente al silencio, que es algo que está muy presente también en todos los libros de Agustín”: “Él decía que como escritor tenía el deber y el derecho de participar en la memoria de su pueblo, y yo creo que todos los que nos dedicamos a la cultura, o al periodismo, a escribir en definitiva, no sé si tenemos el deber, pero sí el derecho de poder participar también de esta memoria y tomar la palabra y reivindicar aquello que es incómodo, o aquello que se ha querido olvidar”. A Agustín Gómez Arcos quisieron olvidarle, pero su obra sobrevivió en otro idioma y ahora toma cuerpo en el que debió haber nacido para provocar e incendiar, décadas después, las mismas reacciones que debió provocar entonces.