Por primera vez en la historia de los premios de la Academia de Cine, el premio más importante de la noche era compartido. Esto quiere decir que los votos -acreditados ante notario- de los más de 2.000 académicos que forman la institución se repartieron de forma idéntica entre ambas propuestas.
Y, sin embargo, más allá de la posibilidad ínfima de que se dé un caso como este (seguramente no vaya a ocurrir nunca más), cuando uno se para a pensarlo, se da cuenta de que es el final más lógico y coherente para el año de cine español. Si los Goya son el lazo que pone el cierre al curso anterior de películas (el de 2024), un premio repartido a dos títulos como El 47 y La infiltrada se antoja casi hasta previsible.
![Belén Rueda y Carolina Yuste, tras el histórico final de los premios Goya 2025](https://londrestv.com/images/obgrabber/2025-02/69c2d52042.jpeg)
Por supuesto que el lunes todo el mundo acierta la quiniela, pero es evidente que el triunfo repartido es la defensa a ultranza de un tipo de cine muy concreto. Un tipo de cine que desde hace años se encuentra en peligro. Eso que muchos directores llamaron cine medio. Películas destinadas a un público transversal, pero principalmente adulto y habitual de las salas de cine. Un cine que se enorgullece de ser popular, porque es el pueblo el que paga las entradas.
En un momento donde el individualismo amenaza todo, también las salas de cine. Donde el visionado solitario de una película en el sofá sustituye a la experiencia colectiva de las salas de cine, han ganado las dos películas que han emocionado a la gente. A mucha gente. El 47 y La infiltrada son los dos grandes fenómenos españoles del año.
Fenómenos que se han construido gracias a los comentarios de la gente al salir de la proyección. Recomendándosela a familiares y amigos. Así hasta ambas hacer historia. La primera convirtiéndose en la película en catalán más taquillera de la historia. La segunda superando los ocho millones de euros en taquilla y logrando el hito de ser el filme con una directora más taquillero de la historia del cine español.
![El equipo de la película ´El 47´ a la finalización de la 39 edición de los Premios Goya de la Academia de Cine que se ha celebrado este sábado en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Granada. EFE/Miguel Ángel Molina.](https://londrestv.com/images/obgrabber/2025-02/b2d183c90b.jpeg)
A pesar de su apuesta por lo popular, ambas, además, han roto clichés rancios y antiguos. La infiltrada ha cerrado la boca a todos esos productores, hombres, que dicen que el thriller es cosa de hombres, que ETA no interesa y que las mujeres no pueden tener presupuestos abultados, solo hacer cine íntimo. El 47 a aquellos que siguen atacando a las lenguas oficiales del estado. Una película que no quiso estrenarse doblada al castellano y que se ha convertido en una defensa de la normalidad del uso del catalán.
La victoria de El 47 nos recuerda, además, el poder de la unión, la importancia de lo colectivo. Solo luchando juntos lograron que el autobús llegara a Torre Baró. Incluso desafiando al poder establecido cuando las normas no defienden al pueblo. Es imposible no pensar en Manolo Vital al ver lo que ha ocurrido la semana pasada con el fallido desahucio de Casa Orsola. La unión de la gente ante la injusticia de los desahucios ha evitado que echen a familias de sus casas y que incluso el Ayuntamiento de Barcelona compre el inmueble.
Y ahí aparece el poder del cine, capaz de convertirse en altavoz. Para aquellos que se plantean de qué sirve que cineastas populares hablen sobre temas sociales y políticos, para los que dicen que los Goya no deben ser politizados, lanzo una pregunta, ¿hubiera habido tal respuesta popular y mediática si todo el cine catalán no se hubiera movilizado en la gala de los Gaudí?, ¿si Enric Auquer no hubiera sido viral pidiendo que todos fueran a evitar ese desahucio? Seguramente no, igual que la gala del 'No a la guerra' empujó a la gente a la manifestación de pocos días después.
![Belñen Rueda en el momento en el que grita](https://londrestv.com/images/obgrabber/2025-02/71628e4139.jpeg)
El cine capta el sentir de la calle. Sus miedos, sus anhelos y descontentos, y la vivienda es uno de ellos. Se notó en los discursos de la gente en la ceremonia de este año, que volvió a ser política, a demostrar que el cine cuenta historias para la gente normal, de la calle. El triunfo de El 47 es el triunfo de lo colectivo, ya sea en el cine o en la calle gritando contra los desahucios.
Sin duda, la Academia ha optado por premiar el cine que ellos necesitan como industria, pero quizás, y este es el problema, nosotros necesitemos algo más como sociedad. La lógica de ese premio ex aequo indica también una tendencia preocupante y dominante, el triunfo de los que no arriesgan, de los que no consideran la forma como algo político. Los que se mojan… solo lo justo. Películas cuyo equilibrio puede convertirlas en fácilmente apropiables por todos. Habría que pedir que el cine dé un paso más y confíe en que se pueden contar las mismas historias teniendo un posicionamiento más claro.
Por supuesto que El 47 es una película que elogia lo común, pero como han destacado varias críticas, no hay rastro de la palabra comunista en el filme, cuando Manolo Vital era miembro del PSUC y fue la lucha de tantos comunistas la que llevó los derechos a barrios como Torre Baró. ¿Sigue dando miedo profundizar en temas políticos?, ¿sigue dando miedo pronunciar la palabra comunismo por si alguien te menciona a Venezuela?
Pasa lo mismo con La infiltrada de forma más evidente. Está claro que el terrorismo es un tema más espinoso, porque sigue usándose como arma política, pero han sido más contundentes los discursos de Carolina Yuste al ganar premios que lo que puede ser la propia película, que no hace ningún análisis sociopolítico, quedando como un thriller descontextualizado más allá de detalles que todos conocemos como el asesinato de Gregorio Ordóñez.
La industria necesita cine popular, y los espectadores también, pero hay que dar un paso más allá, para entender que la misma fuerza que los discursos en las galas de premios la tienen los que emanan de las historias que se convierten en fenómenos y que, a veces, por miedo o por conservadurismo de la propia industria se quedan a medias.