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Facu Díaz y Miguel Maldonado: "El conflicto genera cierto gusto cuando uno tiene veinte años y una asociación ultracatólica va a por ti"

Una década y varios formatos después (La Tuerka, No te metas en política, Late Motiv y Quieto todo el mundo, donde continúan) han decidido celebrar su décimo aniversario con un espectáculo especial creado ad hoc para la gran cita. El dúo cómico arranca su gira este sábado 15 de febrero en Valencia, y posteriormente viajarán a Sevilla, Granada, Barcelona, Bilbao, Madrid y Murcia. “Está siendo mucho más complicado de lo que pensábamos”, reconocen a este periódico sobre la preparación del gran evento.

Diez años cargados de humor político han dado para mucho. Facu Díaz fue denunciado por la asociación de víctimas del terrorismo Dignidad y Justicia –la causa se terminó archivando–. El propio cómico cargó contra Movistar+, asegurando tras su salida de la compañía, que en sus despachos se quitaban chistes de Vox todos los días; y más adelante criticó también a Pablo Motos por intentar censurar las bromas que se hacían sobre él y por las presiones que ejercía a sus invitados, como también ocurrió hace unos meses en La Revuelta de David Broncano.

Facu y Maldonado están en busca de nuevo 'hogar' para la grabación de su pódcast Quieto todo el mundo, tras su salida del Teatro Pavón después de que se vieran obligados a cancelar una grabación por problemas técnicos y que este acogiera un evento ultraderechista. “No entendemos por qué no nos quieren en la tele. Individualmente sí que nos van proponiendo cosas, pero cuando estamos juntos no”, plantean.

Preparar un espectáculo para conmemorar una década trabajando juntos implica necesariamente mirar al pasado. ¿Ha sido fácil?

Miguel Maldonado: Tenía un recuerdo un poco borroso de lo que habíamos hecho y al verlo ahora, te asustas un poco. ¿Cómo decíamos estas cosas? ¿Por qué nadie nos paraba los pies?

Facu Díaz: Yo he entendido la indignación de la gente, me haría socio de Abogados Cristianos [ríe].

M.M: Hay chistes que todavía se salvan, mucho fruto de la juventud impetuosa.

F.D: Y de la precariedad. Es una mezcla entre pasar un poco de vergüenza y ver las piruetas que hacíamos para generar contenido diario con un presupuesto limitado. Muchas veces a costa de nuestra salud, pero lo salvábamos todos los días.

Miguel Maldonado y Facu Díaz arrancan Miguel Maldonado y Facu Díaz arrancan 'Diez Años: El Tour'

¿Ha cambiado su forma de hacer humor?

M.M: Lo que hacíamos antes era fruto de un momento sociopolítico muy concreto, y de un momento nuestro, en cuanto a edad e ímpetu, muy específico. No es que ahora seamos más blandos, simplemente es una fase que ya hemos hecho.

F.D: Y no somos tan autorreferenciales. Hay tanto hartazgo en el espacio político progresista, del ensimismamiento en el que nos habíamos metido de hablar permanentemente de nuestras cosas y conflictos. Creo que nosotros fuimos muy buenos narradores de todo aquello desde la comedia, pero igual que la gente, también nos cansamos de hablar de algo que había que estar muy metido dentro de la militancia para entenderlo. También acabamos hartos de parodiar aquello. Hemos abierto el foco y la mirada, y estoy contento con el cambio, porque es un pozo de petróleo del que ya no se podía sacar mucho más.

¿Notan que ha cambiado la forma en la que se recibe su humor?

F.D: Lo que ha cambiado es que la gente está un poco más crispada y más sensible. Y lo entendemos, porque no es para menos. La cosa está realmente tensa y es difícil comprender el lenguaje de la comedia cuando no conoces el contexto. Hay clips nuestros que a veces corren sin ningún tipo de explicación, en los que estamos parodiando algo, y la gente se indigna y dice: “¿Estos fascistas quiénes son?”.

M.M: Respecto a las denuncias, antes, en la época álgida en la que Facu pilló judicatura, sí que intentábamos, como una suerte de reacción lógica, enfrentarnos. Si esto os está enfadando, vamos a hacerlo más. Ahora creo que estamos en otro momento en el que intentamos darle una segunda vuelta. Ya no es buscar el conflicto abierto directamente, sino la vuelta sutil.

F.D: El conflicto genera cierto gusto cuando uno tiene veinte años y una asociación ultracatólica va a por ti. Ves ahí una oportunidad de reafirmarte ideológicamente. No vamos a negar que, con el tiempo, ha resultado una oportunidad de promoción y autobombo, de: “Aquí estamos dando la batalla contra esta gente”. Pero luego llega otro momento en el que dices: “No necesito el conflicto para crecer profesionalmente”.

No quiero vivir toda la vida confrontando a gente que vive de esto, a los que uno cree que les ganas porque les ganas en el ámbito judicial, pero mientras ellos han ganado socios, repercusión, dinero. Muchas veces nos reímos de que este tipo de entidades pierde en los juzgados, pero ganan mucho por otros lados. Por eso muchas veces merece más la pena ignorarles que salir a confrontarles públicamente como si fuera un logro, cuando en realidad es algo que hasta conviene a las dos partes. Todo el mundo queda muy bien ante su público, y aquello es un paripé, un show.

A principios de diciembre, decidieron retirar la grabación del pódcast Quieto todo el mundo del Teatro Pavón, después de tener que cancelar una grabación y de que el recinto acogiera un evento ultraderechista, ¿cómo se sintieron?

F.D: No fue fácil. No fue el primer día en el que hubo problemas técnicos, veníamos teniéndolos desde hacía mucho tiempo. La gente que trabaja con nosotros nos había dicho en alguna ocasión que estaba siendo un milagro, que algún día no lo iba a haber y que tendríamos un problema. Ese día había una zona muy grande del teatro en la que no se escuchaba, decidimos parar la grabación e improvisar mientras se solucionaba, pero nunca se solucionó.

Sentíamos que no nos podíamos marchar del escenario. Estábamos muy enfadados, pero con la intención de remar para que la gente que había venido echara un buen rato al menos. La gestión que vino después nos disgustó mucho, su manera de encarar el problema no fue lo más profesional del mundo, y sumado a los eventos que se sucedieron después, terminó con nuestra marcha del lugar.

En su comunicado dijeron que no querían compartir espacio con formaciones de ultraderecha. ¿Está siendo fácil de llevarlo a cabo?

F.D: No. Todavía estamos en vías de resolverlo. El teatro le alquiló el espacio a una organización de ultraderecha para celebrar un evento y nos pareció que dentro de la situación de disgusto que veníamos arrastrando, era una guinda al pastel que no podíamos tolerar. Con ayuda de muchos espacios que se han puesto en contacto con nosotros, estamos unas semanas en un sitio y otras en otro, en busca de un lugar en el que nos podamos quedar fijos.

El Teatro Pavón le alquiló el espacio a una organización de ultraderecha para celebrar un evento y nos pareció que, dentro de la situación de disgusto que veníamos arrastrando, era una guinda al pastel que no podíamos tolerar

Facu Díaz — Comico

¿Han recibido alguna propuesta de alguna televisión?

M.M: La verdad es que no. No sé por qué no nos quieren meter en la tele. Me parece extrañísimo, ¿por qué podría ser?

F.D: Individualmente, sí que nos van proponiendo cosas.

M.M: Sí, pero cuando estamos juntos no. No les acaba de gustar. Algún motivo tiene que haber ahí detrás.

F.D: Algo pasa con este programa, que se dicen cosas que igual no están gustando. Me gusta que esto sea una cosa de Internet. Me da mucha paz que tengamos el control de todo.

Miguel Maldonado y Facu Díaz, en la redacción de elDiario.es Miguel Maldonado y Facu Díaz, en la redacción de elDiario.es

Han pasado varios años desde su salida de Movistar. Marc Mutra relevó el mes pasado como presidente de Telefónica a Álvarez Pallete, ¿se plantearían volver?

M.M: Hay que llamar ahora a Pallete y decirle: “Monta algo y estamos contigo”.

F.C: Igual se ha ido toda la gente del Opus [ríe]. El vaciamiento del entretenimiento en Movistar es un hecho, y no solo tiene que ver con la salida de La Resistencia. Me parece que era un plan de la compañía y es una pena, porque era un lugar en el que se estaban haciendo cosas muy interesantes. Se apostaba, era el único que arriesgaba. Como comediante, en aquel momento era el único lugar al que ir a experimentar y hacer alguna cosa nueva. Tenía la sensación de que no era prioridad que cada uno de los programas fuera rentable por sí solo, sino que hubiera una coherencia y espíritu de hacer un espacio televisivo alternativo a la generalista. Me sorprendió mucho que se contara con gente como nosotros porque, hasta entonces, la tele nos miraba con recelo. Me da mucha pena que tomara ese rumbo.

De repente empezaron a censurarles chistes.

F.D: Sí, pero el problema es que no pasa de repente.

M.M: La teoría de la rana en la olla.

Siempre era Vox quien llamaba a Movistar para que no hiciéramos chistes sobre ellos

Miguel Maldonado — Cómico

¿Qué es la teoría de la rana?

M.M: Si tú metes una rana en una olla con el agua fría. No le pasa nada. Ella está bien, a gusto. Pero si empiezas a calentar el agua, como es tan poco a poco, ella no se da cuenta hasta que es demasiado tarde, y se quema. Al principio decía: “Se está aquí bien, la verdad”.

F.D: En Movistar iba asomando Javier Ortega Smith poco a poco.

M.M: Hasta que ya de repente está sentado aquí en medio.

D.F: Aunque para nosotros no era nuestra primera experiencia en tele, sí en un late night, era la maquinaria del entretenimiento.

M.M: Es que era Late Motiv, que es un programa increíble.

F.D: Éramos muy jóvenes y pardillos, y entendías que era normal que no todo lo que proponías saliera adelante. Que te devuelvan los guiones con retoques es normal.

M.M: Es lo habitual. Se negocia.

F.D: Puede ser por otros temas, pero con el tiempo, uno va descubriendo que hay ciertos patrones. Y hay un momento en el que tu relación con tus superiores se va estrechando, es más sincera, y ya no hay eufemismos. Vienen y te dicen: “Esto no, porque arriba me dicen que no”. Cuando ves que cada vez es más evidente, ya estás metido en el ajo por completo y dices: “Ostras, llevo tiempo sin darme cuenta de que esto está pasando”. Por eso no es que de repente te digan: “Ya no hay chistes de Vox”.

M.M: Empezó a ser así porque los que llamaban a los jefes para quejarse y exigir que no se hicieran chistes sobre ellos eran siempre los mismos, la gente de Vox. Los que preguntaban: “¿Cómo dejas que digan esto de mí en tu cadena?”.

F.D: Los mismos que después hablaban de 'ofendiditos' y de lo políticamente correcto.

Facu, usted señaló desde hace tiempo las presiones que había en El Hormiguero hacia los invitados. Algo que, desde que La revuelta entró en escena, se ha comentado abiertamente. ¿Es bueno que se sepa?

F.D: Sí. A mí se me calentó la boca y hablé de esto porque precisamente era un tema del que hablábamos mucho los compañeros fuera de nuestros respectivos programas y espacios microfonados. Un día me enfadé porque pasó algo parecido a lo de Jorge Martín [Motos presionó al piloto para que no apareciera en La Revuelta pese a que ya estaba en el camerino].

A mí lo que me hace saltar es siempre lo mismo: ver a alguien del que tengo constancia, prácticamente a diario, de sus prácticas en contra de la libertad de los demás para trabajar y hacer lo que quieran. Ver a Pablo Motos hablando en televisión de que no se pueden hacer según qué chistes, de que madre mía cómo están los progres que no les dejan decir absolutamente nada, sabiendo de primerísima mano que él es famoso en la industria por hacer precisamente eso con compañeros suyos; me calentó tanto que un día hablé del tema.

Desde el estreno de La Revuelta, y la polémica por lo sucedido con Jorge Martín, Motos ha tenido que dar más explicaciones que nunca.

M.M: Sí. Hasta ahora él estaba solo en la cima y esto te otorga una capa de impunidad que puedes hacer lo que quieras. Como ahora no está ahí solo, hay otro espacio que le mira de frente, tiene que empezar a defenderse de ciertas cosas que son difícilmente defendibles. Pero como él siempre dice, la competencia, siempre buena.

Como ya no está solo en la cima, ahora Pablo Motos tiene que defenderse de ciertas cosas que son difícilmente defendibles

Miguel Maldonado — Cómico

En su pódcast hacen humor abiertamente político, pero hay programas supuestamente solo de entretenimiento, en el que de repente una Ana Rosa o Pablo Motos dan igualmente su speech comentando las noticias del día. ¿Habría que tener un ojo más encima?

F.D: A mí me parece estupendo que se haga, pero tiene que hacerse con honestidad. Una de las cosas que pasaban con El Hormiguero es que no se estaba siendo claro sobre qué tipo de programa era y qué tipo de opiniones se emitían. Me hizo mucha gracia cuando empezó la tertulia, que al principio era desconcertante. Sustituía, además, a algún tipo de sección explosiva. Al público se le oía extasiado esperando a que explotaran cosas, y lo que explotaba era Tamara Falcó diciendo algo en contra del aborto.

Hubo un momento, sospecho que fue en la pandemia, que empezó a ser muy explícito en las opiniones políticas, muchas veces avaladas por el presentador, con lo cual se entiende que eso es ya línea editorial. Y no hay ningún problema con decirlo. Lo que es muy deshonesto es hablar de La Revuelta como un programa político o politizado porque está en la televisión pública, y pensar que Antena 3, Atresmedia o el propio Pablo Motos, no tienen también sus intereses. Eso está feo y es algo de lo que la gente se da cuenta, tarde o temprano.

M.M: Pero porque a las cosas solo se les pone la etiqueta de que son ideológicas cuando son de izquierdas. Cuando es algo de derechas, es como si no fuera ideológico, es sentido común.

¿Están seguros de que el público es consciente de esto?

F.D: Hay unos deberes pendientes de comunicar mejor y que la gente entienda que muchas veces hay engañifas. Está la cuestión del dinero público, el “cómo nos vamos a fiar de algo que viene de la televisión pública que está financiada con dinero público”. Bueno, es que rara vez algún grupo de grande de comunicación no está financiado con dinero público, y eso no es necesariamente malo. De hecho, lo malo es que pseudogrupos de comunicación lo estén. Eso es gravísimo y lo estamos viendo todos los días con el caso de Javier Negre y compañía, y ahí parece que no nos escandalizamos tanto.

Yo no tengo problema con que los medios reciban incentivos. Al fin y al cabo, muchos generan cultura, y eso está muy bien. Pero es muy deshonesto desvincularse de eso, que se diga que Antena 3 funciona únicamente con anunciantes, porque cada vez que hay un problema y una crisis grande, hay grandes inyecciones de capital público a estas corporaciones. Y si lo dijeran más abiertamente, se terminaría esta cosa de acusar de politizados y subvencionados a los demás, porque nos daríamos cuenta de que, en realidad, el apoyo del estado forma parte del negocio.

Es muy deshonesto hablar de 'La Revuelta' como un programa politizado porque esté en la pública y pensar que Pablo Motos no tiene también sus intereses

Facu Díaz — Cómico

Para cerrar, si dentro de diez años continúan trabajando juntos, ¿se imaginan haciendo una nueva gira para celebrarlo?

F.C: Aunque está siendo un infierno en términos de producción, ya estaría hecho. No creo que una segunda costara tanto. Todavía falta vivirlo, pero yo, por ahora, cuando terminemos y descansemos, volvería a los teatros tranquilamente como hemos hecho hasta ahora.

M.M: La gira de los veinte años puede ser en bares.

F.D: Es muy probable que lo sea. Lo podemos vender como gira de salas pequeñas, pero es porque serán los aforos que vamos a manejar [ríe].

Vídeo: Javier Cáceres y Lourdes Jiménez
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