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‘The Monkey’, un sangriento divertimento a cargo del retorcido autor de ‘Longlegs’
Entonces Perkins apenas contaba con nueve años y había llegado a la producción por enchufe de su padre, que era obviamente Anthony Perkins. 

Unos comienzos así marcan a cualquiera, aunque en los primeros compases de su trayectoria como director la figura del psicópata no brilló con especial virulencia. Soy la bonita criatura que vive en esta casa y Gretel y Hansel eran más bien ejercicios literarios, donde Perkins experimentaba con la imaginería gótica. Con Longlegs la cosa cambió. En esta película Perkins recogía la vocación satánica de su excelente debut de 2015, La enviada del mal, para combinarla con la creación de un psicópata con todas las de la ley, que parecía perseguir la iconicidad de la escuela de Norman Bates. Ese “Patas Largas” le dio un éxito asombroso el año pasado. Con 126 millones de dólares recaudados desde un presupuesto mínimo, fue la producción independiente más taquillera de 2024.

Longlegs nos abocaba a leerla desde la perspectiva de un cineasta cuya vida parecía haber girado siempre en torno a la figura legendaria del psicópata, ¿pero cómo se relaciona esta vida con The Monkey? Hablamos de un título que Perkins había acordado rodar antes siquiera del estreno de Longlegs, razón por la cual la película llega a las salas españolas apenas medio año después. El propio director ha propuesto volver a recurrir a su historia de vida, relacionando el argumento de The Monkey con la muerte traumática de sus padres. Anthony Perkins falleció en 1992 por complicaciones derivadas del SIDA. Berry Berenson murió más tarde, en el 11S. 

Dos muertes impactantes que sobrevuelan The Monkey, en torno al juguete de un mono que cada vez que toca el tambor —originalmente los platillos, pero Disney había acaparado los derechos de este modelo tras incluirlo en Toy Story 3—, provoca la horrible muerte de alguien en las inmediaciones. La particularidad de The Monkey es que su argumento tremebundo no se toma demasiado en serio a sí mismo. De hecho es, ante todo, una comedia. Osgood Perkins ha buscado a través del humor negro una posible catarsis para la pérdida de sus padres.

El hijo de Norman Bates tiene sentido del humor

“Pasé gran parte de mi vida recuperándome de la tragedia, sintiéndome bastante mal. Todo me parecía intrínsecamente injusto y personalizaba el dolor, ‘¿por qué me está pasando esto a mí?’”, recordaba Perkins para Screen Rant. “Pero ahora he crecido y sé que esta mierda le pasa a todo el mundo. Todo el mundo muere. A veces mientras duermen, a veces de forma realmente demencial, como pasó conmigo. Pero todo el mundo muere. Y pensé que quizá la mejor forma de abordar toda esa locura era con una sonrisa”. Así de sencilla fue su decisión.

Y pese a todo parece un poco chocante. Antes de Longlegs el cine de Perkins no se caracterizaba precisamente por el sentido del humor. Más bien se sentía cómodo en una alambicada solemnidad —con una puesta en escena muy trabajada y un tono algo aséptico—, que de forma preventiva le ubicaba a la estela de ese “terror elevado” que empezó a estar de moda a finales de la pasada década. Con Longlegs no llegó a desviar su rumbo pero sí dio pie a una tensión interesantísima, responsable en buena parte de que la película sea uno de los títulos indispensables del género de los últimos años. Las formas de Perkins se mantenían rígidas y cuadriculadas, y no obstante envolvían un ente revoltoso que las desfiguraba y proyectaba sobre ellas un poso irónico. Ese ente era Nicolas Cage.

Nicolas Cage en 'Longlegs' Nicolas Cage en 'Longlegs'

Nicolas Cage con su torrente de sobreactuación y excentricidad, corriendo a desactivar los corsés del terror elevado desde dentro. Con una interpretación errática —tan capaz de generar una profunda angustia como una diversión familiar para sus fans— y una construcción de personaje que movía a preguntarse hasta qué punto había sido responsabilidad de Perkins como guionista. Parecía más probable que Cage se hubiera buscado él mismo aquella voz gimoteante y ese aspecto vagamente andrógino, vinculable a leyendas urbanas auspiciadas por Internet como el Ayuwoki. Es decir, aquel Michael Jackson desfigurado que aterrorizaba a los niños. Al igual que hacía Longlegs.

¿Había sido decisión de Perkins o pálpito de Cage, que además ejercía de productor de Longlegs? No había respuesta fácil y eso es lo que hacía de Longlegs una experiencia tan fascinante. La película se revolvía contra las categorizaciones e iluminaba una desorientación decisiva dentro del actual terror independiente. La propuesta de Perkins era, en fin, proclive a los equívocos, y de ahí que The Monkey suponga un giro tan drástico en su trayectoria. Porque esta vez el humor sí parece buscado enteramente por Perkins, solo que en unas claves muy distintas a Longlegs.

Se mantiene, eso sí, el mimo por impulsar la hipotética iconicidad de la presencia aterradora de turno: los ojos del mono, la forma en que enseña los dientes al ser activado, la baqueta girando en todas direcciones como una hélice para buscar víctimas… Perkins se halla en la mejor compañía para ello pues produce Atomic Monster, el sello de alguien tan interesado en los muñecos diabólicos como es James Wan. A través de Saw, Silencio desde el mal, Annabelle o la reciente M3GAN, Atomic Monster ha pulido todo un escaparate de juguetes infantiles cuyo hierático diseño se burla de las angustias humanas, y el mono de The Monkey es una gran adición a dicho escaparate.

También una figura alejada del caos que Cage había garantizado con su psicópata, pues el humor de The Monkey está cuidadosamente controlado. Perkins escribe y planifica desde un tono abiertamente mordaz, donde la modulación de las muertes pasa por ser lo más ilustrativo. El mono no mata de forma directa, sino que impulsa mágicamente una conflagración de circunstancias fatales que provoquen la muerte del desgraciado de turno. Estilo Destino final, solo que con una cantidad desangre y una contundencia exagerada que recuerda más bien a un corto de los Looney Tunes.

Misantropía para aliviar la tragedia

En efecto Perkins nunca se había acercado así al terror, lo que parece revelador pues la caligrafía humorística, como él mismo ha revelado, fue algo que quiso incorporar. La historia original de The Monkey no tenía ese tono, fue Perkins quien tirando de su experiencia decidió envolverla en la comedia agria, y quien quiso descartar la pretensión por causar angustia de sus films previos. The Monkey no da demasiado miedo porque no quiere darlo: se ha buscado esforzadamente una distancia según la cual los humanos son animales susceptibles al patetismo y a un ingente abanico de mutilaciones, en la línea splatter (cine gore) de fenómenos como Terrifier.

Puestos a emparentarla con la historia original nos topamos con otro gesto disruptor por parte de Perkins. The Monkey es un relato que Stephen King publicó allá por 1980 en la revista Gallery; un lustro después fue recopilado en la antología de historias cortas Skeleton Crew, donde también destacaba La niebla. Frank Darabont llevó este último relato al cine en 2007 (con resultados exquisitos) y se propuso adaptar a continuación The Monkey manteniendo tanto el dramatismo de King como el elemento nihilista de La niebla, muy recordada por su devastador final. Este nihilismo ha sido recogido por Perkins al terminar haciéndose cargo del proyecto, y a la larga encuentra afinidades con la obra que King desarrollaba entre los 70 y los 80.

Theo James se enfrenta a la muerte en 'The Monkey' Theo James se enfrenta a la muerte en 'The Monkey'

Esta época fue muy oscura para el escritor de Maine. Sus adicciones, en explosiva combinación con la fama recién alcanzada, alumbraron una fase de su obra marcada por los entornos desesperanzados y los finales demoledores. Los fans de King aprecian especialmente el caudal humanista de sus historias —garantizado por el primoroso retrato de sus personajes y la comprensiva exposición de sus debilidades—, si bien esta fase fue tan ominosa como para que incluso King se buscara un seudónimo con el que publicar las novelas más turbias y fatalistas. Caso de Rabia (descatalogada por su vínculo con los tiroteos escolares de EEUU), Carretera maldita (un curioso antecesor de Taxi Driver) o El fugitivo. Esta última está siendo actualmente adaptada al cine por Edgar Wright.

The Monkey era un relato contagiado por dicha visión pesimista del ser humano, y en sus breves páginas planteaba una difusa línea temporal sobre cómo el juguete del mono acosaba a dos generaciones de una familia. Dejaba caer la sospecha, entonces, de que el mono no estuviera realmente maldito, sino que fuera solo una representación del azar que atormentaba a los personajes con visos de una profecía autocumplida. La narración era, pues, bastante abstracta dentro de los estándares de King, y no es una senda que Perkins haya querido transitar. El trauma familiar persiste, pero la forma en que se concreta como la relación de dos hermanos gemelos (ambos Theo James) carece del peso existencial de King. Y además no está del todo bien escrita.

Seguramente se deba más al desinterés que a la incompetencia, y no es algo que mine los indudables atractivos de The Monkey. La película quiere ser cafre y parapetarse sobre la misantropía para darnos un rato divertido, sin que le importe caer en lo arbitrario o lo gratuito para ello. Y en general lo logra, aunque esta distancia irónica —tan contemporánea, y tan relacionada con el honesto refugio que hoy la literatura de King sigue ofreciendo a los lectores muchas décadas después— termine impidiendo que la propuesta cale cuando intenta rescatar un ímpetu vitalista.

Perkins sostiene que, como nada importa y todos vamos a morir, no queda otra que encogerse de hombros y disfrutar mientras podamos. La tesis es incontestable pero en The Monkey carece de convicción, pues dicho disfrute solo emana de la contemplación del sufrimiento ajeno, tan grotesco como para ahogar cualquier cercanía o pena. Al director, de todas formas, ha debido servirle para superar su propia pena, y es lo que a la larga más curioso resulta pensar de The Monkey: llevamos cinco películas y no tenemos ni idea de quién es Osgood Perkins. Llevamos cinco películas y probablemente todo forme parte de una gran broma.

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