Habló sobre todo ello, lo cantó en cada uno de sus conciertos, lo gritó, lo visibilizó, fue censurada por Vox.
En un ejercicio de celebración, versionó los temas junto a otros artistas, y publicó Reputa. Le sirvió para soltar, con muchas ganas, hasta “necesitar dejarlo ir”. Y por el camino, nació Lento ternura, su nuevo álbum, el primero que ha producido sola.
El disco reivindica la ternura como motor de cambio, como respuesta al contexto de tiempos vertiginosos, de demasiadas canciones a las que dedica un tema en concreto, demasiadas prisas, demasiados selfis en los escenarios, demasiados artistas y demasiadas pocas mujeres en los carteles de los festivales. Un cúmulo de 'demasiados' ante los que anima a no entregarse ni doblegarse. “Si queda algo de humanidad, que la encontremos a través de la ternura, no la aniquilemos”, defiende.
¿Cómo ha sido el viaje de Puta y Reputa a la reivindicación de la ternura en tu último disco?
Es la consecuencia natural de todo lo que viví con Puta. Después de toda esa exposición, el ahondar en todas las violencias, los traumas, en el pasado, hablarlo tanto, tocarlo e interpretarlo en los conciertos durante dos años; el cuerpo me estaba pidiendo prestarle atención a otras cosas. Hay un momento en el que es muy positivo abrir y soltar, pero cuando sueltas también tienes que dejar ir, porque si no, te quedas rumiando, y en realidad lo que haces es alimentar ese mismo dolor y violencia, y acaba convirtiéndose en algo más grande. Al menos la voluntad inicial cuando empecé a escribir las canciones de Lento ternura fue alejarme de eso.

Hay espacio para nuevos relatos del amor, y también todo lo externo que afecta a las relaciones, como por ejemplo, no poder comprarse una casa.
Cuando empecé a escribir las canciones, solo quería hablar de la belleza de la bondad de la calma, pero la realidad se impone. Está muy bien que yo medite, que intente irme de Madrid, que quiera ver el atardecer tranquilamente en mi terraza; si tengo una carga mental y una mochila encima de la cabeza brutal que me está aplastando continuamente. Salir de eso es muy complicado, de la precariedad, de la rutina asfixiante, del ritmo de vida que llevamos, de la cantidad de estímulos que tenemos. Por eso digo que Lento ternura es un lugar utópico, aunque me encantaría que fuera real e intento alcanzarlo aunque esté en un lugar que parece lejano. Si nos dejamos llevar por esta vorágine de la urgencia y la prisa, es que ni siquiera lo vamos a intentar, vamos a ser arrastrados por los autobuses que van a toda leche por estas calles.
De hecho, hay un par de versos dedicados a Madrid, a que “arda en el infierno”.
Yo amo Madrid. Me vine a vivir aquí, mi hijo nació aquí, mi empresa está aquí. No es que la odie, es que me ha hecho mucho daño. Es como una relación amorosa bastante larga que se ha vuelto más que complicada porque la ciudad en la que veía que iba a tener oportunidades, en la que había una oferta cultural increíble, amigos que podía conocer en cualquier esquina, se ha convertido en un lugar hostil, ruidoso.
De gente cabreada todo el rato, de mucha contaminación, precariedad, imposibilidad de vivir cerca del cole de mi hijo a un precio que me pueda permitir. Y hablo de mi caso, que en realidad yo soy una privilegiada porque lo puedo hacer. La realidad es estar rodeada de gente que te cuenta que se separa de su pareja y tiene que seguir viviendo con ella. Ese es el Madrid que quiero que se muera. No Madrid.
Dentro de la producción del disco, ha sido la primera vez sola al frente de todo, y dedicando varios años. Dedicar tiempo parece ir en contra del contexto actual.
No conozco a nadie que me diga que este ritmo de vida está bien. Tenemos que llegar a una cantidad de cosas que nos autoexigimos porque hay una presión social por llegar a ellas, que son imposibles de conseguir. Y parar, y hacer un ejercicio de honestidad y decir, no llego a esto, o necesito más tiempo, o tengo que parar ahora, lo vemos como un gesto heroico. Yo intento, aunque no siempre lo consigo, tomarme algunas cosas con tranquilidad, porque es lo único bueno que puede tener ser mi propio sello discográfico, que no tengo a nadie diciéndome: “Esto tiene que estar para mañana”. Tengo unas presiones propias del mercado y de la industria, pero vivo con cierta calma con respecto a ellas. Luego una vez empieza el disco, entro en la vorágine. Aquí estoy, reventada viva, y no puedo parar. Por esto te digo, lo intento, pero no siempre lo consigo.
La industria musical se ha convertido en una máquina, lo cuenta en Demasiadas canciones. ¿Ha sido siempre así y no nos hemos dado cuenta?
La facilidad para compartir música y para autoproducirse, ha democratizado el ser músico y música. Ahora los discos duran una semana, te lo juegas todo ahí, y ten suerte de que en esa semana de lanzamiento te escuche la gente suficiente para retener algo y que quiera seguir conociendo tu música. Por eso hay tantos adelantos. Lo que pasaba antes tenía sus cosas malas, pero creo que este ritmo vertiginoso nos está llevando a producir por encima de nuestras capacidades de escuchar. Y yo no puedo exigirle a nadie que escuche mi disco si yo tampoco tengo tiempo para escuchar el de Amaral, por ejemplo.
Muchas veces dicen: 'Qué guay que seas tu propio sello y qué libertad'. Y ya, yo quiero la libertad, pero es que estoy harta de pagar esa libertad, es que la libertad no es gratis. ¿Soy libre? No. Soy presa, igual que el resto
Comentaba antes que tener su propio sello le daban libertad y tiempo, pero entiendo que también tiene un precio. ¿Qué desventajas tiene?
El año pasado paré de girar para centrarme solo en el disco y hacerlo con calma, pero claro, toda la inversión económica que yo hago para producir mi disco es mía. La universidad de mi hijo está ahora mismo en este disco, en la producción del arte, el diseño, toda la gente que trabaja conmigo. Lo siento. Ya veremos cómo arreglamos ese marrón dentro de doce años, pero ahora mismo no hay universidad. Vas viendo cómo va bajando tu cuenta porque lo estás invirtiendo en lo que tú quieres, confiando en que luego volverá porque empezará una gira.
Pero es un salto al vacío bastante grande, vertiginoso, y que te lleva a hacer otras cosas que no tendría por qué hacer, una colaboración con una marca que en otro momento diría que no, pero tengo que hacerlo porque si no, ¿quién va a pagar? A mí me encantaría que llegara alguien y lo pagara, sinceramente. Muchas veces dicen: “Qué guay que seas tu propio sello y qué libertad”. Y ya, yo quiero la libertad, pero es que estoy harta de pagar esa libertad, es que la libertad no es gratis. ¿Soy libre? No. Soy presa, igual que el resto.
Es un poco feo, pero está bien ponerlo ahí porque se desconoce un poco, hablar de qué pasa cuando eres consciente de que el dinero de tu disco es tu dinero. También hay mucha gente que piensa que la fama o la visibilidad equivalen a fortuna, y no tiene por qué ir equiparado.
En Demasiadas canciones señala igualmente que hay “demasiadas pocas mujeres en festivales”, ¿por qué seguimos ahí?
Me gustaría hacerle esta pregunta a las personas que están detrás, yo no monto ninguno y, aparte, no es solo una. Las listas de nombres pasan por muchas personas. Si necesitas llenar los carteles con grandes nombres, hay grandes mujeres petando estadios en este país que podrían estar tocando, y si son demasiado grandes, vete a emergentes. Es que esto lo voy a repetir hasta que se me canse la boca porque nunca ha habido tantas bandas de mujeres, tantos proyectos de pavas tocando y haciendo música. No dejes ese hueco que te queda para meter otra banda de tíos otra vez, que ya han ocupado mucho hueco todo el rato.
Hay que poner la atención en esto, y ver que si no lo haces es porque no te apetece. Porque haberlas, las hay. Yo sé que esto es incómodo, pero a mí lo que incómodo me resulta es que la gente no se está echando las manos a la cabeza cuando ve los carteles de los festivales. Cuando tú ves luego los números de las artistas en las plataformas de streaming, y están haciendo numerazos. Están consiguiendo unos números que, joder. Entonces, ¿en qué te escudas, en que no te venden tickets? Pero si no lo has probado. No las has puesto. Es muy cansado.
Y sobre todo en una escena como la nuestra, entiendo que habrá otros géneros más masculinizados, pero en la escena independiente levantas una piedra y hay una banda de tías flipantes haciendo música. No lo puedo entender. Yo quiero ver a mis amigas en los festivales, llevo muchos años viendo a los mismos ya. Estoy cansadilla. Quiero verlas a ellas.
Los móviles se han convertido en un elemento más de los conciertos, usted señala en una de sus letras que ahora hay “mucho selfi en el escenario”, ¿qué tal se lleva con ello?
Cuando como artista te haces un selfi en el escenario ejemplifica esa necesidad que tenemos, me incluyo, de mostrar nuestro éxito. De decir: “Mira, toda esta gente, todo esto es mío, toda esta sala petada”. No se hacen cuando han venido treinta personas. No nos atrevemos a enseñar el fracaso como si fuera algo que no pasa, cuando la realidad es que es lo que más sucede. El éxito es una cosa efímera que no significa absolutamente nada.
Si los festivales necesitan llenar sus carteles con grandes nombres, hay mujeres petando estadios en este país
Han pasado cuatro años desde que Vox censurara su cartel de Puta, ¿ha cambiado el contexto como para pensar que algo así no pasaría ahora?
Se aprovecharon de una situación que no iba con ellos, pero que vieron útil. Una oportunidad para darse autobombo, porque fue malinterpretar deliberadamente una foto que clarísimamente hablaba y exponía las violencias que sufrimos las mujeres para decir: “Esto va de esto, y me ofendo. Fin”. Y con esto vamos a hacer una bola gigante, porque van a salir mogollón de noticias. Porque ahora que nos tachen de censuradores nos va a dar publicidad, que es lo que está pasando con las redes sociales y los discursos tan polarizados y extremistas.
Todo lo que dice es la descripción de lo que ha ocurrido con Karla Sofía Gascón tras 'rescatarse' sus polémicos tuits.
Es el vamos a tener un objetivo muy sencillo porque es fácilmente atacable y vamos a cebarnos, porque en este caso además vamos a incomodar a quienes están a favor, a quienes están en contra, a quien quiera defenderla y atacarla porque no hay una defensa limpia ni un ataque puro. Todo está un poco mezclado. Pero ya está, ¿no?
Este tema se está alargando muchísimo. ¿No podemos estar hablando de lo que está pasando en Estados Unidos y cómo nos va a afectar al resto del mundo? ¿De cómo estas políticas que han llegado votadas, en realidad se parecen mucho más a otras que también fueron votadas en otros momentos y que jodieron bastante a una parte de la población? ¿Por qué no estamos hablando de eso? Ah no, porque esto es muchísimo más importante. ¡Venga ya!
Por cerrar con el disco, ¿cree que una manera de responder a todo lo que está pasando alrededor es, precisamente, la ternura?
Sí. Deberíamos centrarnos en eso, en tener al menos la voluntad de alcanzar esa narrativa. Una narrativa amable, y lo digo como narrativa y no como realidad, porque todo el rato pulula sobre las personas esta crisis apocalíptica del fin de nuestro tiempo y del desfase. Si solo nos enfrentamos al mundo desde una visión de aceptación de esa realidad como algo que no se puede cambiar, el discurso capitalista, consumista y extremista vence. Vence el sistema.
Es importante tener presente la ternura, y aunque nos domine la ira, escuchar a nuestras amigas, tratar con cariño a las personas que amamos. Dedicarles tiempo, dejar las notificaciones y las urgencias para otro momento, parar a veces, respirar. Y aunque sea complicado, intentarlo. Intentar estar presente en las pocas situaciones que tenemos amables, porque si no, nos las vamos a cargar también, y nos va a dar igual. Porque vamos a decir: “Es que tampoco podía hacer otra cosa. Eso sí que es el fin de lo que somos”. Si queda algo de humanidad, que la encontremos a través de la ternura, no la aniquilemos.
Vídeo de la entrevista completaVídeo: Adrián Torrado y Lourdes Jiménez