En el campo del cómic, se ha convertido en una de las autoras con más proyección de su generación: su primera novela gráfica, Náufragos (2016), junto con Pablo Monforte, le valió el Premio Fnac/Salamandra. Su carrera en solitario, siempre vinculada a la editorial Astiberri, muestra a una autora interesada en el lado oscuro de la realidad, en lo inconsciente y en lo onírico: todo aquello que escapa de la razón. Ocultos (2019) y Tótem (2021) son buena prueba de ello, y le valieron a su autora premios como el de El Ojo Crítico o el Ignotus. Recientemente ha publicado Nocturnos (2024), un libro con el que cierra el ciclo iniciado con las dos obras anteriores, y que, de algún modo, supone el cierre a una manera de entender las historias y lo oculto.
Nocturnos parece tener un hilo conductor más claro que sus obras anteriores, más consciente por su parte. ¿Cómo planteó este nuevo libro?
Creo que me ha servido mucho la experiencia con los dos anteriores. Yo veo los tres libros como partes del mismo mundo. Por eso Nocturnos es muy importante para mí, y estoy contenta con el resultado. En este caso he querido enfocarme en un personaje, pero, como me gusta hacer libros raros, ese personaje no podía ser una persona. Opté por un personaje metafórico, la noche, que va acompañada por un animal nocturno, que va cambiando, y que nos lleva, como si fuéramos voyeurs, a pequeñas historias que transcurren durante esa noche. Es un viaje no solo a través del espacio, sino también a través del tiempo.
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¿Qué significa la noche para usted?
La noche es una metáfora de todo aquello que desconocemos. Muchas de las historias que me interesan, en cualquier medio, transcurren durante la noche. Hice una labor de investigación muy grande, leyendo mucho sobre el tema; aunque lo curioso es que luego en la obra no aparece todo. Muchas veces no es ni 2% de lo que se ha podido investigar. Pero el proceso ha sido muy bonito.
Hay en su obra una visión de ciertas cosas que engloba bajo esa metáfora de la noche: los sueños, lo sobrenatural, lo atávico… ¿Forma todo parte de lo mismo?
Creo que sí. Lo que ha cambiado en el ser humano es la introducción de la cultura, de las rutinas. El estilo de vida va cambiando, pero el ciclo de la vida y de la muerte no lo ha hecho. Sabemos muy poco de lo que pensaba la gente del Paleolítico sobre esto, aunque las últimas investigaciones apuntan a un pensamiento simbólico mucho más refinado de lo que se pensaba, muy similar al nuestro. Realmente, el misterio sigue siendo el mismo: llegamos aquí sin darnos cuenta, no sabemos qué es la vida, pero tampoco queremos morirnos, porque desconocemos también la muerte. Es el sinsentido de luchar por algo que no sabemos, y de tener miedo de algo que no conocemos.
De hecho, desde los inicios de la humanidad, hemos ido cambiando de historias, pero siempre para contar los mismos miedos. Ese miedo atávico forma parte de nuestra existencia porque no llegamos con un libro de instrucciones, e inventamos todo tipo de rituales para interpretar qué es lo que pasa después de la muerte. Necesitamos respuestas para esta sensación de vacío: religiones, ciencia, filosofía… Todas son válidas mientras te hagan la existencia más llevadera. Todo eso, aunque no aparezca de forma evidente en el libro, sí he tratado de incluirlo de alguna manera, con esos personajes que están descontextualizados, en una parada de bus, una mujer en el paleolítico… También quería plantear todo esto de una forma que no fuera triste, lo cual ha sido un reto.
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Los espacios son muy importantes en Nocturnos, tanto los naturales como los arquitectónicos. ¿Cómo trabaja este aspecto en sus obras, y qué valor le da?
No soy una apasionada de la arquitectura, pero me fijo en los detalles, y creo que tiene un valor fundamental en la historia de la humanidad, y nos define. El lugar donde vivimos nos condiciona. No es lo mismo estar en un edificio modernista o en uno brutalista, por ejemplo. Los objetos que nos rodean forman parte de nuestro mundo y nos generan una identidad. Tienen una función animista, por decirlo de algún modo. La arquitectura en Nocturnos es muy importante, y he intentado trabajar con los puntos en los que lo humano invade el mundo natural, lo cual tiene unas consecuencias, como la escena en la que vemos una parada de bus en medio de una pradera. Pienso en lo que ha sucedido en Valencia con la DANA; todo lo inundado está construido en una zona de barranco, por razones políticas, humanas. Pero la naturaleza siempre va a tener más razón, y las consecuencias pueden ser tremendas.
¿Cómo ha sido el proceso creativo del libro, partiendo de estas ideas?
La intuición ha sido muy importante. En cada libro, trabajo de una manera diferente. Para Nocturnos, lo que hice fue desarrollar historias desde mis sueños. Todo lo que investigo, todo lo que leo, luego se filtra a los sueños, como cualquier otra cosa cotidiana. Hay veces, si ejercitas el mundo onírico, que te puede ayudar a crear cosas. Muchas de las cosas que aparecen en el cómic son sueños que escribo al levantarme. No siempre sirven: algunos los escribo y a los tres días me parece que no valen mucho. Pero otros son muy interesantes, y los dibujo tal cual los escribo. Me estructuro las historias en notas de voz o en libretas, dibujo personajes… Trabajo mucho con la imagen y la palabra. Mis libros tienden a ser muy visuales, pero también encajo frases que tengo apuntadas, ideas, conceptos clave… Tengo una libreta grande por libro, que me sirve de referencia. Si me pierdo, vuelvo a ella. Ahora recuerdo el proceso de Nocturnos como algo más liviano que en otros libros, pero ya me han recordado que no, que lo pasé fatal [risas]. Tengo memoria selectiva.
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¿No se corre el riesgo de que ese proceso acabe desbordando el propio libro?
Por eso con este cómic me encerré un par de veces. Me alojé en la Residencia de Estudiantes en Madrid, y me encerré durante diez días para sacar toda la estructura del libro, en total concentración, sin parar y sin ver a nadie. Allí me siento tan bien… Es un sitio maravilloso para trabajar. No te preocupas de nada más. Luego volví a Valencia, seguí trabajando, y para la recta final del libro volví una semana a la Residencia. Es la sensación de estar en una cueva. Quitaba hasta los datos del móvil. Si me agobiaba, salía a dar un paseo por los jardines. Si se puede, cuando se trabaja en un libro, es importante encerrarse. Las distracciones son veneno, y es muy fácil caer en ellas. Miras Instagram, el correo… Al menos una semana, para concluir un libro que te ha llevado dos o tres años, es necesario. Y una experiencia genial. Pienso hacerlo con mis futuros libros. Ahorro un poco y lo invierto en esto.
Le debe de devolver a otra época, en la que no estábamos conectados las 24 horas del día, sin tantas disrupciones. Quizá hemos perdido la capacidad de estar solos con nosotros mismos dándole vueltas a algo.
Es algo muy valioso, y antes era lo habitual, en efecto. Ahora conlleva un gran esfuerzo, que he intentado transmitir en el libro, donde aparece mucha gente sola. Necesitaba hablar de la soledad, de la buena soledad. Intento enfocarme en la idea de que el individuo en soledad es una persona con una riqueza que solo puede descubrir en ese estado. Hoy hay un gran terror a la soledad, cuando creo que es algo que nos da la personalidad y nuestra manera de ver el mundo, para luego estar bien con los demás. Necesitamos tiempo de calidad a solas, para conocernos a nosotros mismos, sin necesidad de libros de autoayuda. Intentar llenar constantemente el tiempo con pequeñas interacciones acaba generando ansiedad, FOMO… No hay que llenar nada, tú estás lleno ya. Por supuesto, luego está la soledad no escogida, que es una gran lacra de la sociedad. Hay mucha gente que muere sola, lo cual es muy paradójico, porque la sociedad nos empuja a no querer estar solos.
Para terminar, ¿cuáles son sus proyectos tras la publicación de Nocturnos?
Estoy con dos proyectos distintos, historias de un corte muy diferente al ciclo de Ocultos, Tótem y Nocturnos. Todavía no tienen fecha de publicación, así que no puedo contar mucho.