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Jessica Anthony, el reverso feminista de Cheever que ve a la familia como “un gobierno”, llena de secretos

Aún hace calor en Delaware, pero el suyo es un acto descabellado porque ya no es temporada de chapotear al aire libre, según las normas sociales no escritas. Muchos de sus vecinos, todos ancianos, la miran con desaprobación y desconcierto. Mientras tanto, la perra Laika –la ‘chuchonauta’– surca el espacio a bordo del Sputnik 2 camino a una muerte segura. Así comienza Golpe magistral, la novela de Jessica Anthony que la editorial Gatopardo acaba de publicar en castellano traducida por Patricia Antón y en Angle Editorial traducida al catalán por Alba Dedeu.

El libro recorre la historia del matrimonio de Kathleen y Virgil desde que se conocen en la universidad hasta el día que ella entra en la piscina y se niega a salir. “Estoy como una rosa”, responde a su esposo cuando este le señala que lleva horas en el agua. Allí, reflexiona cómo ha ido su vida desde que se casó y dejó el tenis, un deporte del que podría haber sido una profesional. Por su parte, él hace su propio examen de conciencia y, poco a poco, la novela destapa el entramado de mentiras y silencios que se esconden en una existencia en apariencia apacible y normativa. “Si nunca podemos conocernos completamente, ¿cómo de honestos somos con nuestras familias sobre quiénes somos, qué queremos o qué partes de nosotros mismos hemos reconocido y abandonado?”, dice Anthony a elDiario.es desde Portland, y añade que “la familia, como un gobierno, es una bulliciosa fábrica de secretos”. 

La escritora ideó su novela mientras ocupaba su puesto como cuadragésimo primer guardián del puente Maria Valeria en Štúrovo, Eslovaquia. En el año 2004, la Fundación Štefan y Viera Frühauf puso en marcha una iniciativa para proteger el puente, que une las ciudades de Štúrovo y Esztergom en Hungría, del deterioro que sufre desde su última reconstrucción en 2002. La organización creó una residencia para que artistas y científicos desarrollen allí sus proyectos –en general relacionados con el desarrollo de ‘puentes virtuales’– a cambio de labores sencillas, como llevar un diario de observaciones sobre el estado del paso elevado sobre el río Danubio. 

“El guardián del puente está destinado allí para protegerlo del fascismo mediante el acto de la creación”, explica Anthony. Al principio de su estancia en Štúrovo hubo una ola de calor y fue a unas piscinas cercanas para refrescarse: fue durante ese baño cuando empezó a pensar en una novela titulada The Most —tal y como se llama el libro en su versión original—, un juego de palabras con ‘most’, que significa ‘puente’ en checo y eslovaco. “Un matrimonio en crisis apareció en mi mente”, sostiene. Así, nació una historia cuya estructura se asemeja a un partido de tenis entre Virgil y Kathleen.

Anthony asistió a clases de ese deporte cuando era una adolescente y descubrió que sufre de hipermovilidad, un trastorno que hace que la persona que lo padece tenga una flexibilidad superior a la de la media de la población. “Lo supe a las malas, cuando mi instructor me lanzó la pelota, intenté devolverla balanceando el brazo y me disloqué el hombro”, describe. Fue muy doloroso y todavía conserva el recuerdo de cómo sus compañeras miraban horrorizadas cómo le colocaban la articulación de nuevo en su sitio, así que cuando comenzó a desarrollar el personaje de Kathleen tuvo claro que sería jugadora de tenis: a ella también le dolería pensar su época de tenista.

Durante el peloteo entre los protagonistas es fácil cambiar de bando. Los actos del pasado ponen difícil determinar quién será el ganador de un partido que cada vez está más igualado. Virgil puede resultar más cargante por su manera despreocupada de discurrir por la vida gracias a su belleza y su falta de aspiraciones, mientras que Kathleen se empecina en luchar batallas que tiene perdidas de antemano. Pero la escritora comenta que: “Me veo más reflejada en Virgil que en Kathleen, y un escritor siempre está plasmando parte de sus propios sentimientos en la página. La mayoría de las veces, prefiero evitar los conflictos y dejarme llevar por la vida, feliz de integrarme, más que preocuparme por la dirección por donde me lleva la brisa”. 

Los EEUU de mitad del siglo XX

La trama se desarrolla en esa época a la que los ultraconservadores de EEUU –a través de figuras como las actuales ‘tradwives’ de Internet, por ejemplo– apuntan cuando quieren evocar tiempos mejores. Un relato de ficción que obvia detalles como una guerra en pleno desarrollo en Vietnam, las desigualdades sociales y la falta de libertades. “Es una década profundamente incomprendida y mal recordada en el país”, apunta Anthony, que también opina “que se señala de forma perversa y escalofriante como una especie de ejemplo de orden social, cuando en realidad la mayoría de los ciudadanos estadounidenses ni siquiera se acercaban a la igualdad de derechos”.

En un mundo cada vez más absurdo e irracional me interesa la obra de novelistas y poetas surrealistas

Jessica Anthony — Escritora

De un tiempo a esta parte, a la autora le interesa especialmente la literatura –novelas, poemas, cuentos– producida durante ese periodo histórico, sobre todo la firmada por mujeres: “Las escritoras de esta época escribían personajes femeninos con una capacidad extraordinaria, resistiendo la opresión desde los confines de sus mundos enclaustrados”. “Veo una afinidad en Kathleen con Joy/Hulga de Flannery O'Connor, Wiletta de Alice Childress o Terese de Patricia Highsmith. En aquel entonces estábamos en la cúspide de un despertar social, y Kathleen también lo está”, apunta.

Sin embargo, su novela ha recibido comparaciones con el trabajo de un hombre: el relato El nadador que John Cheever publicó en la revista The New Yorker en 1964 (cuatro años después se adaptó al cine con Burt Lancaster como actor principal y la historia se hizo famosa a nivel mundial). En él, Neddy Merrill, un ejecutivo de publicidad de mediana edad, decide mientras pasa la resaca en el borde de la piscina en la casa de un amigo —“Era uno de esos domingos de mediados de verano en que todo el mundo repite: ‘Anoche bebí demasiado’”, comienza el relato—, que recorrerá a nado, de piscina en piscina, los 12 kilómetros de vuelta a su residencia. “El Narciso alcohólico pobló la América blanca de los años 50 y 60, por lo que Neddy Merrill tiene más en común con Virgil Beckett que con Kathleen”, declara Anthony. “Cheever no escribió sobre mujeres especialmente bien. ¿Cuál podría ser la historia de Lucinda? —la mujer del nadador—”, se pregunta la escritora.

Era rusa y se llamaba Laika

Mientras Kathleen se sumerge, la perra Laika se convierte en el primer ser vivo en orbitar la Tierra. Pero unas horas después del despegue, la nave en la que viaja se sobrecalienta y el animal muere como la protagonista del libro había previsto que pasaría. Antes de conocer la noticia, Virgil intenta tranquilizar a su mujer mientras la invita a salir del agua: “La perra no morirá (...). La gente planea este tipo de cosas. Estoy seguro de que lo han previsto. Yo que tú no le daría muchas vueltas, si es lo que te preocupa”. Efectivamente, solo alguien que no hubiese pensado demasiado en el tema podía esperar que la 'chuchonauta' –como se la llamó con mofa– volviese a casa.

La escritora Jessica Anthony ha sido comparada con John Cheever La escritora Jessica Anthony ha sido comparada con John Cheever

A mitad del siglo XX, la ciencia ficción ya era un género más que consolidado, pero el lanzamiento de Laika convirtió la fantasía de habitar el espacio exterior en realidad, aunque fuese durante un breve espacio de tiempo. “En un mundo cada vez más absurdo e irracional, me interesa la obra de novelistas y poetas surrealistas, desde sus orígenes con los escritores franceses André Breton y Aimé Césaire hasta el novelista iraní Sadegh Hedayat”, observa la autora, que subraya que “el objeto surrealista es algo separado de su propósito práctico, reorientado y dotado de nueva vida”. “Enviar un perro a la órbita es un acto patentemente absurdo”, zanja. Esa misión espacial refleja la toma de conciencia acerca del sinsentido de su vida que experimenta Kathleen. 

Jessica Anthony no ha sido astronauta, pero sí ha tenido una vida laboral variopinta. Además de escritora y profesora, fue carnicera en Alaska, secretaria en San Francisco y masajista en Polonia (sin licencia). “Muchos de los artistas y escritores que conozco han vivido vidas extraordinarias, llenas de experiencias improbables o inusuales. Un escritor sin curiosidad será un auténtico aburrimiento”, sostiene. Pero, aunque por su naturaleza siempre está atenta a la posibilidad de hacer algo extraordinario, expone que: “últimamente también he llegado a apreciar la rutina, especialmente en estos tiempos de profunda incertidumbre. Ver un huevo hervir mientras el mundo tal como lo conoces se desmorona”.

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