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'Por voluntad propia', el libro sobre cómo tu violador nunca te dejará el manual de instrucciones para que actúes como la víctima perfecta

La novela de Mathilde Forget es un relato en tono autobiográfico de trágica y eterna actualidad. Lo vimos con Elisa Mouliáa, con Gisèle Pelicot, con la absolución de Alves.

El libro es una sacudida en la que la culpa, la vergüenza, el dolor y el asco se entremezclan por el desalentador funcionamiento del sistema judicial; la sospecha que se emite sobre las víctimas de agresiones sexuales, las dudas y cómo repercuten tanto en una como en los círculos cercanos.

En la amiga que te animó a salir en el último momento, la misma que estuvo contigo hasta que decidiste quedarte con aquel tío, en los vecinos que escucharon que algo no iba bien, pero no reaccionaron, en el agente que se apiada al escuchar tu relato solo porque a su hija pequeña podría pasarle algún día lo mismo que a ti.

“Lo que viene tras una violación (la culpa, el aislamiento, la vergüenza), forma parte de la violación. Sobrevivir al delito significa también tener que sobrevivir al trato que la sociedad te va a dar como víctima de violencia sexual”, explica la escritora francesa a este periódico. Para evitarla, existe la creencia de que “hay una forma correcta de comportarse”. “O mejor dicho, nos hacen creer que hay una forma correcta de comportarse. Y eso es lo que intentamos hacer”, añade.

Sin embargo, “nada funciona realmente, es una ilusión”. Lo único que Forget señala que funciona –y que hemos visto en otros relatos como la magistral Prima Facie– es “callarse, no hacer demasiadas preguntas”. “A menudo escuchamos decir sobre una víctima que 'al menos fue digna', y en general es porque no ha hecho demasiado ruido, porque no ha exigido una reparación a la sociedad. Es decir, porque ha seguido calladita su camino”, afirma. Todo esto aparece en Por voluntad propia, donde su protagonista reflexiona sobre si, antes de entregarse a la policía, los delincuentes preparan su defensa: “Yo llegué unos veinte minutos después de los hechos, ¿tuve tiempo de pensarlo?”.

Los tiempos de la violación

“Si le había metido la mano en la boca, no podía estar agarrándola”. “¿Por qué llevaste a un tío a tu casa?”. “¿Sigues bebiendo mucho?”. Estas son solo algunas de las preguntas a las que tiene que responder. Al ir a poner la denuncia, al ver como los agentes revuelven todo al inspeccionar su casa, al ser interrogada, ante el juez. “La vergüenza, la de entregarse, me obliga a mirarme los pies”, relata sobre la hostilidad que siente y recibe en los pasillos de la centralita, en los que llega a hacerse pis encima.

Mathilde Forget plantea la narración en orden cronológico según la víctima va asumiendo lo que le ha ocurrido, la manera en la que va poco a poco siendo consciente de lo que le ha pasado, de cómo tiene –o no– que sentirse al respecto, del tiempo que necesita para gestionarlo. Si es que se puede. Hace falta llegar a más de la mitad de la novela para que logre reconocerse y verbalizar qué fue exactamente lo que le pasó.

A ella, una mujer además lesbiana, que tras salir de fiesta decidió alargar con un hombre a quien acababa de conocer, con su correspondiente juicio posterior añadido por su orientación sexual. “Dejó de violarme cuando me quedé inconsciente. Paró porque parecía que estuviese muerta. A veces todavía parece que lo esté”, cuenta sobre lo que terminó pasando en su casa.

Lo que viene tras una violación (la culpa, el aislamiento, la vergüenza), forma parte de la violación. Sobrevivir al delito significa también tener que sobrevivir al trato que la sociedad te va a dar como víctima de violencia sexual

Mathilde Forget — Escritora

“Cada noche me despierto a la hora que empezó la violación. La memoria corporal es así de intensa y poderosa. Es imposible hacer que se duerma”, indica posteriormente sobre las secuelas. Aunque Mathilde Forget apunta que no siempre se sitúa el foco donde realmente corresponde. “Si no existiese la sospecha hacia la víctima, esa idea latente de que ella puede llegar a ser la responsable, el proceso sería soportable”, reflexiona. “La verdadera cuestión es: ¿qué permite una violación? Permite que se instaure la dominación masculina, que arraigue y perdure. Entonces, ¿está nuestra sociedad, en su conjunto, preparada para deshacer esa dominación masculina? ¿Están dispuestos ellos, los hombres, a renunciar a su posición de dominación, a renunciar el poder?”, ¿cómo reinventar la relación hombre/mujer fuera del contexto de dominación sistémica?“, plantea.

Escapar a la culpa

Voluntad propia recorre los pensamientos de la protagonista, tanto en lo relativo a lo externo como a lo interno, y expone con rabia y crudeza el sufrimiento que el propio personaje padece por una culpa que no sabe cómo gestionar, por el condicionante de que ha sido violada estando de fiesta –como si el acto en sí fuera una autocondena–. La autora propone como ayuda para librarse de la culpa y la vergüenza la “solidaridad entre las víctimas”. “Lo que una se reprocha a sí misma es difícil reprochárselo a otras, y eso hace que revises tu experiencia, tu historia de un modo diferente. La bondad que concedemos al resto acabamos concediéndonosla a nosotras mismas”, valora.

La escritora francesa Mathilde Forget, atora de La escritora francesa Mathilde Forget, atora de 'Por voluntad propia'

“¿Pienso que esta mujer es culpable de haber sido agredida cuando estaba borracha, cuando no conocía a este hombre, cuando ella fue quien le buscó? No. Entonces, ¿soy yo culpable por haber hecho lo mismo? No”, argumenta la escritora, que considera que esta es una de las grandes victorias del MeToo. Que su efecto haya sido no solo hacer que los hombres tomen conciencia del alcance de las violencias, sino “permitir que las víctimas se alíen para formar un grupo más poderoso y menos manipulable”. Al igual que lo que provocan sus páginas.

Seguir ganando terreno

Frente a esta oleada de mujeres compartiendo sus experiencias, generando un relato público sin precedentes, han surgido también una respuesta –especialmente proveniente de la extrema derecha, pero no solo– en contra. Mathilde Forget detecta que “cuanto más virulentas sean las reacciones, más impulso toma el movimiento y más quiere decir que debemos continuar”. La autora lo compara con el movimiento decolonial, que no había estado tan presente en la sociedad como hasta ahora, y que ello “da rienda suelta a los discursos racistas”.

La escritora francesa expresa que esta es una reacción “extremadamente violenta y desalentadora”, pero con una traducción: “Estamos ganando terreno. Quienes dominan sacan los colmillos porque ven que estamos ganando terreno. Y entonces lo que debemos hacer otra vez unirnos, luchas juntas, no desanimarnos”.

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