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Aprender al mismo tiempo a hablar y a signar

Es lógico que así sea: es una cuestión de inclusión y de accesibilidad para personas sordas y con discapacidad auditiva. Una orden ministerial que entró en vigor en enero de 2022 establece incluso que en los servicios públicos sea obligatoria esta clase de traducción.

He visto hace poco una película, Sorda, que me ha impresionado. Como a los públicos y a los jurados de la Berlinale y del Festival de Málaga. A mí, por su calidad, por la historia que cuenta y porque buena parte de los diálogos son en lengua de signos y van subtitulados. Dice así la ficha del argumento del filme, que está dirigido por Eva Libertad: “Ángela, una mujer sorda, va a tener un bebé con Héctor, su pareja oyente. El embarazo hace aflorar sus miedos frente a la maternidad y sobre cómo podrá comunicarse con su hija. La llegada de la niña genera una crisis en la pareja y lleva a Ángela a afrontar la crianza de su hija en un mundo que no está hecho para ella”.

El papel de Ángela está desempeñado por la murciana Miriam Garlo, hermana de la directora. El de Héctor, por el barcelonés Álvaro Cervantes. Este, que es oyente, hablaba tres idiomas —catalán, castellano e inglés— y ahora habla uno más: la lengua de signos.

Miriam nació hace 41 años y era oyente… Y a los siete años de edad, según cuenta ella misma en una entrevista reciente con Javier Zurro en elDiario.es, pasó esto: “Perdí la audición por una medicación. Antes era oyente y ya tenía el lenguaje incorporado, el castellano. Hasta los 30 años no aprendí la lengua de signos. Todo ese periodo de mi vida estuve leyendo los labios. He tenido una situación familiar que me ha apoyado mucho a nivel de formación, de rigor, de leer mucho… pero a mi madre y a mi padre les aconsejaron regular. No les aconsejaron que tuviesen contacto con personas sordas. Les faltó información. Yo no había tenido contacto con personas sordas”.

“A los 30 yo tenía una situación personal con una autoestima que estaba muy mal y gracias a una depresión yo empecé a soñar en lengua de signos —prosigue Miriam su relato—. Ahí empiezo a darme cuenta de que mi identidad, realmente y durante toda la vida, ha sido sorda y que estoy sufriendo en silencio. En ese momento yo me doy miedo a mí misma y veo que tengo que cambiar la situación. Ahí empiezo a aprender lengua de signos y entro en contacto con la comunidad sorda. Y me encanta decirlo, porque todo lo vivido antes es una vida para mí en blanco y negro. Cuando empieza la lengua de signos llega el color y yo necesito los colorines, el arcoíris para vivir. Entonces sí, ahí empieza la segunda vida”.

En la entrevista, Javier Zurro pregunta a Miriam si la lengua de signos debería enseñarse en los colegios. Y ella contesta: “Eso sería maravilloso. Que nos enseñaran la lengua de signos desde pequeñita o pequeñito. La lengua de signos es muy beneficiosa para las personas sordas y las oyentes. Porque al cerebro le da mucha plasticidad y un pensamiento abstracto. Nos da felicidad a todas las personas si la aprendemos. Entonces ojalá que sí. Hay muy poquitos colegios en España que la den, pero hay algunos donde hay alumnado sordo y oyente que están juntas en las aulas y están aprendiendo al mismo tiempo a hablar y a signar”.

En la sesión de Sorda a la que asistí estaba Miriam Garlo. Me comuniqué con ella unos minutos gracias a uno de los productores de la película, Adolfo Blanco. No sé lengua de signos. Me sentí un poco una persona discapacitada. Sí, quizás deberíamos aprender a hablar y a signar al mismo tiempo.

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