Oesterheld nació en Buenos Aires en 1919. Aunque se licenció en la carrera de Geología en la universidad, siempre sintió pasión por la escritura, y participó en muchas de las revistas de la época, con un marcado carácter pulp, pero también en revistas infantiles. Su debut en el cómic llegaría a comienzos de los años 50 con algunos guiones para la revista Cinemisterio. Su primera serie de importancia fue Sargento Kirk, iniciada en 1953 en la revista Misterix, nada menos que con Hugo Pratt, creador de Corto Maltés, como dibujante.
Desde esos momentos, Oesterheld muestra dos cosas: la intención de dirigirse a un público que no sea únicamente infantil, y la necesidad de imprimirle a las historias un sabor local que se despegue de la influencia narrativa e ideológica del cómic estadounidense. De hecho, Sargento Kirk habría estado ambientado en la pampa argentina si el editor de la revista no hubiera impuesto el escenario canónico de los wéstern americanos.

Quién sabe si por evitar esas injerencias en su trabajo, o si fue más bien un asunto económico, Oesterheld fundaría en 1956 la Editorial Frontera, junto a su hermano Jorge. Publicaron novelas de ciencia ficción y otros géneros, pero también revistas de cómic como Hora Cero (1957-1963). Fue en esa época en la que Oesterheld asentaría su popularidad y prestigio entre el público y alcanzaría la madurez como guionista, continuando Sargento Kirk con Pratt y lanzando la serie bélica Ernie Pike, en 1957 y de nuevo con el dibujante italiano.
En esas obras se aprecia la orientación ideológica del autor, pero de una forma aún un tanto vaga, y subordinada al entretenimiento. Las historias de Sargento Kirk o Ernie Pike hablan de las desigualdades, de las injusticias, de los abusos de los poderosos, con un carácter antibelicista y antimperialista. Ya entonces era, como lo ha denominado el teórico argentino Pablo Turnes, un “humanista socialista”. Aunque en su trabajo no había aún un discurso político explícito y plenamente articulado, no puede obviarse que estas obras son contemporáneas de la dictadura que siguió al golpe de Estado que expulsó a Juan Domingo Perón del poder, por quien Oesterheld sentía mucha simpatía.
Una nevada mortalPara entonces, Oesterheld ya había iniciado su obra más importante y universal: El eternauta (1957-1959), con lápices de Francisco Solano López. Publicada por entregas en la revista Hora Cero Semanal, la serie narraba una invasión extraterrestre, inspirada por La guerra de los mundos de H.G. Wells, pero que tenía la novedad de ubicarse en Buenos Aires. Semana a semana, los lectores argentinos pudieron leer el desarrollo de la guerra contra los invasores reconociendo cada uno de los emplazamientos en los que sucedía. Comenzando por la icónica nevada mortal, Oesterheld va introduciendo enemigos cada vez más crueles e inalcanzables, centrando la atención en el protagonista, Juan Salvo, que cuenta toda la historia en primera persona al propio guionista, gracias al recurso del viaje en el tiempo.

El enfoque de los autores es decididamente más adulto y sofisticado que el habitual en el cómic de su época, y supieron dotar a sus personajes de una profundidad inédita. La historia, oscura y fatalista, siempre se ve alumbrada por el espíritu de lucha de los resistentes contra el invasor. A pesar de que en momentos posteriores de mayor conciencia política Oesterheld afirmó que el protagonista de la historia era colectivo, la verdad es que, como señala Laura Cristina Fernández en su ensayo Historieta y resistencia. Arte y política en Oesterheld (1968-1978), el peso de la trama lo lleva siempre Juan Salvo.
La serie se convirtió en un fenómeno de masas, y el icono de Juan Salvo ataviado con el traje de buzo es bien conocido en Argentina y más allá de sus fronteras. Hasta el punto de que la izquierda peronista se lo apropió, en 2009, cuando creó la figura del “Néstornauta” para promocionar la carrera política de Néstor Kirchner y canonizar su figura, tras su muerte en 2010.
Radicalización políticaPero lo cierto es que la lectura ideológica de El eternauta debe más a las posteriores versiones y continuaciones de la obra y a la propia trayectoria vital de Oesterheld. De hecho, la publicación original no tuvo ningún problema con el Gobierno militar ni con la censura. En 1961, Héctor Germán y Jorge Oesterheld cerraron la Editorial Frontera. El guionista volvió a trabajar entonces por encargo, durante toda la década, dando forma a obras como la interesante Mort Cinder (1962-1964), una de sus primeras colaboraciones con Alberto Breccia, dibujante heterodoxo de influencias expresionistas y considerado uno de los mejores artistas del cómic argentino.
En 1966, un nuevo golpe de Estado ponía de nuevo en pausa el desarrollo democrático de Argentina. A diferencia de las anteriores, la dictadura cívico militar presidida en primera instancia por Onganía pretendía no ser temporal, e inició la represión de cualquier oposición política. Y fue en ese contexto en el que Oesterheld fue virando hacia posiciones más izquierdistas y abiertamente combativas. Así, realizaría obras de un claro carácter propagandístico, como Vida del Che (1968) y Evita, vida y obra de Eva Perón (1970), junto a Alberto Breccia. La primera fue secuestrada por la dictadura, y la segunda no vería la luz hasta muchos años después.
En 1969, la misma dupla creativa abordó la realización de un remake de El eternauta —recientemente reeditado en España—, más político y con referencias más directas al imperialismo y la opresión ejercida por los grandes poderes, que se aliaban con los extraterrestres y pactaban con ellos la invasión de América Latina a cambio de dejar en paz al Primer Mundo. La obra se topó con la incomprensión de lectores y editor ante el experimental trabajo de Breccia, y tuvo que finalizarse de forma precipitada.
Militancia montoneraLa década de los 70 fue la de la definitiva radicalización de las ideas políticas de Oesterheld, que acabaría militando en la organización guerrillera Montoneros, fundada en 1970, bajo ideario peronista y revolucionario. El ya veterano guionista seguía el camino iniciado por sus cuatro hijas, Diana, Beatriz, Marina y Estela, que ingresaron en la organización antes que él. En un contexto de violencia política, el efímero gobierno democrático de la viuda de Perón fue derrocado por el enésimo golpe militar, en 1976, que llevaría al poder al general Videla. La sistemática purga de los opositores forzó a las hijas de Oesterheld a pasar a la clandestinidad, decisión que tomó el escritor, situación desde la que proseguiría con su último proyecto: la segunda parte de El eternauta, junto con el dibujante de la original, Solano López.
Esta secuela, en la que Oesterheld se incluye a sí mismo como coprotagonista, resulta, como el remake, mucho más combativa, y en ella se justifica la violencia revolucionaria y los sacrificios que la lógica militante impone, con argumentos que no pueden desligarse de la durísima situación personal: durante 1977, sus cuatro hijas fueron secuestradas por la dictadura y asesinadas tras ser torturadas.
Oesterheld siguió entregando los guiones de la serie desde la clandestinidad a la editorial, que luego se los transmitía por teléfono a Solano López, exiliado en Europa para proteger a su hijo, militante de izquierdas. Los últimos capítulos se publicaron una vez Oesterheld había sido ya secuestrado, “desaparecido”, como sus cuatro hijas. Sucedió en noviembre de 1977, y se sabe que, sometido a brutales torturas, permaneció en el centro de detención ilegal “El Vesubio” hasta que, en algún momento de enero de 1978, fue finalmente asesinado.

Dada su fama, la figura de Oesterheld se convirtió muy pronto en un símbolo contra la dictadura, pero también de la reinvidicación de justicia tras la restitución democrática, al grito de “¿Dónde está Oesterheld?”. Los homenajes y las reivindicaciones de su obra y su pensamiento han sido constantes, así como la de su viuda, Elsa Sánchez, protagonista del documental La mujer del eternauta (2011), que indaga en la desaparición de sus cuatro hijas y su marido. A tenor de su destino, toda su obra se ha resignificado y convertido igualmente en símbolo de resistencia y de dignidad.
El estreno de la serie de Netflix parece reactualizar una vez más el mito de El eternauta, y ha sido aprovechado por la asociación HIJOS (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) para reivindicar la búsqueda de los niños y niñas que la dictadura robó tras asesinar a sus madres. Han intervenido carteles callejeros de la serie, superponiendo otros que recuerdan a las cuatro hijas de Oesterheld, y han lanzado una campaña para intentar contactar con los hijos o hijas de Diana y Marina, embarazadas en el momento de su secuestro, y de los que no hay ningún rastro. Mientras, la obra de Oesterheld y su compromiso constituyen su legado imperecedero.