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Ari Aster destroza a EEUU con ‘Eddington’, una brillante y sangrienta sátira con ecos de wéstern
Los problemas de su país no son de ahora, ni llevan pocos años —ese capitalismo exacerbado del sálvese quien pueda no se creó ayer—, pero es cierto que tanto allí como en todo el mundo, ha habido un punto de inflexión reciente que ha hecho que todo se desboque. Fue la pandemia. Aquella que nos iba a unir y de la que íbamos a salir más fuertes, pensando en lo común. Mentira. La pandemia acrecentó lo que ya había, y hasta legitimó discursos que hasta entonces estaban escondidos en las sombras, avergonzados. Así hasta acabar con líderes como Milei o Trump elegidos como colmo del delirio colectivo.

Es en ese momento donde Ari Aster, el director de dos excelentes películas de terror como Hereditary o Midsommar, coloca la trama de su nueva película, Eddington. Así se llama el pueblo cercano a la frontera de México donde un acontecimiento en principio mundano, un sheriff —espectacular Joaquin Phoenix— que se niega a colocarse la mascarilla para entrar en los sitios, se convierte en el pulsador que provoca una serie de catastróficas desdichas. El sheriff, casado con una mujer (Emma Stone) traumatizada que vive junto a su madre, adicta a las teorías conspiratorias, acabará presentándose a las elecciones locales frente a un hombre latino aparentemente perfecto, Pedro Pascal.

Aster comienza Eddington como una sátira llena de mala leche en la que muchos hasta podrán criticarle de equidistancia. Parece que sus dardos atacan a todos, a la derecha, a la izquierda… pero no es cierto. Lo que hace Aster es crear un caldo de cultivo donde uno es capaz de creer todo porque ya nada es fiable. Sin embargo, frente al nihilismo individualista de directores como Ruben Ostlund, que en sus películas ofrece un retrato despiadado culpando al hombre de ser un lobo para el hombre, Aster apunta al sistema. Un sistema donde los empresarios (de Inteligencia Artificial ni más ni menos), son capaces de colocar líderes políticos a su antojo. Donde el único ideal de EEUU es el dinero.

Es verdad que Aster también muestra la hipocresía del progresismo (del hombre blanco), con esos jóvenes que son capaces de apuntarse a una manifestación para ligar, o que repiten como papagayos mantras que ni siquiera entienden. Jóvenes obsesionados con las redes sociales, con los móviles —qué importantes como elemento narrativo en esta película— y con el relato que venden de ellos mismos, como muestra en ese giro final en el que un joven se convierte en estrella de las redes por un vídeo subido. Del Black Lives Matter a incel casado con una trad wife a ritmo del Little Bit of Love de Tom Grennan en una secuencia maravillosa.

Lo hace con la ayuda inestimable de Joaquin Phoenix, que también protagonizó su anterior película Beau tiene miedo y que aquí se entrega en cuerpo (con un desnudo final al que pocas estrellas accederían) y alma en una interpretación en la que comienza como un pavisoso con el que empatizar para terminar sumido en el delirio colectivo que plantea la película.

Pero Eddington no es equidistante. Lo que muestra es que EEUU es un país absolutamente corrompido donde una sola gota podía colmar el vaso. Fue la covid, y con ella todo desembocó, como su film, en un despiporre paranoico y desquiciado. Así es su tercer acto, una orgía sangrienta y terrorífica donde el mal, y los tiros, pueden venir de cualquier sitio. El director da un sopapo con la mano abierta a un país que niega sus problemas con el racismo (el supremacismo blanco también hace acto de presencia), o las fronteras, o con las armas. 

Joaquin Phoenix y Pedro Pascal en 'Eddington' Joaquin Phoenix y Pedro Pascal en 'Eddington'

Todo eso aparece en Eddington, que encima se permite coquetear con el wéstern, género fundacional de EEUU, el que marcó unas pautas de en qué había que creer. No es casualidad que Aster elija ese género como referencia para crear una versión moderna que desmitifica todos los valores que se encargaron de contar John Wayne y compañía. Los sheriffs se parecen más al que interpreta Joaquin Phoenix, apocado pero capaz de lo peor montado en su furgoneta que acusa a las vacunas, a Soros y a Bill Gates. En Eddington hay indios —o en las afueras o de cartón piedra en ese museo de los nativos como homenaje vacío y desmemoriado del pueblo a su pasado— y vaqueros adictos a las armas.

Eddington comienza como una sátira retorcida e inteligente, de esas de risa congelada porque uno ve reconocido el mundo en el que se mueve, pero poco a poco todo va pudriéndose, como la sociedad, hasta sacar su peor cara. No hay esperanza para Aster, para el que el sistema nunca se destruirá, solo se transformará y donde siempre sobreviven los mismos: los grandes empresarios. 

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