José Antonio Luna: Random Access Memories, de Daft Punk (2013)
Daft Punk ha basado toda su trayectoria en hacer "el sonido del futuro", uno que suena a Harder, Better, Faster, Stronger en las discotecas y a Veridis Quo en una nostalgia distópica como es Interstellar 5555, la película de animación que crearon para el disco Discovery (2001). Sin embargo, con Random Access Memories dieron un giro de 180 grados: buscaron crear "el sonido del pasado".
Nadie en 2013 se imaginaría que el funk iba a vivir una época dorada, y menos que esta fuera gracias a dos DJs con cascos, que bien podrían ser el outfit de Tron. Giorgio Moroder, Nile Rodgers y sus siempre geniales riffs de guitarra, la voz de Pharrell Williams o Julian Casablancas… Este es un álbum que refleja la madurez musical de los que probablemente sean dos de lo mejores mezcladores de la historia. Unos capaces de hacernos bailar con el funk de Get Lucky y, al mismo tiempo, ponernos sentimentales con el soul de Touch.
Mónica Zas: Lost & Found, de Jorja Smith (2018)
Siempre pensé que el disco de mi década sería Vestiges & Claws (2015), de José González, porque fue la banda sonora que transformó la fría casa de mi año en Budapest en algo parecido a un hogar. Pero llegó 2018 y con él Jorja Smith, una británica de veinte años que canta a los sentimientos como un alma vieja del soul y a las injusticias raciales con la garra que demostraron Miss Lauryn Hill y M.I.A en sus inicios.
Smith saltó a la fama con Blue Lights, un delicado himno que disparaba contra la brutalidad policial y en el que recordaba a su gente que no tiene razones para huir: "No corras cuando escuches las sirenas/ ¿Qué has hecho?/ Fuiste al colegio aquel día, ibas un poco tarde, pero no era lunes/ Te disculpas cuando no has dañado a nadie". Sin embargo, lo que impera en Lost & Found son las baladas dedicadas al desamor, escritas con una madurez inusitada para alguien que garabateaba sus primeras letras en los cuadernos del colegio a los 17 años.
Especialmente bonitas son Goodbyes y The One, perfectas para descubrir el chorro de voz de Jorja por encima de una base soul envolvente. Pero destacaría Teenage Fantasy porque, si bien la escribió cuando ella misma era una adolescente, es una lección de libertad y de permitirse una pequeña regresión de vez en cuando para quitarle peso al presente. "Life is a big old ride/ Sit back and enjoy the vibe".
Moha Gerehou: To Pimp a Butterfly, de Kendrick Lamar (2015)
Kunta Kinte fue un gambiano que en Raíces, la conocida novela de Alex Haley, fue esclavizado y trasladado a Estados Unidos en el Siglo XIX. Su historia se usa mucho en el país norteamericano para poner luz sobre una esclavitud cuyos vestigios llegan hasta nuestros días. Esa conexión hace Kendrick Lamar en King Kunta, uno de los temas del disco To Pimp a Butterfly, que en mi opinión es el mejor de la década.
Publicado en 2015, un año después del asesinato de Michael Brown, que desató las protestas de Ferguson y con Obama todavía en la Casa Blanca, a través de 16 canciones, que incluyen auténticos himnos como The Blacker the Berry o Alright, supo recoger magistralmente las reivindicaciones del movimiento Black Lives Matter y puso voz a una población negra que conectaba su pasado con sus desgracias del presente. Con sus rimas, Kendrick Lamar recuperó la esencia de un Hip Hop atrapado en sus egos para recuperar su esencia original: la denuncia y la crítica social.
Juanlu Sánchez: Granada, de Silvia Pérez Cruz (2014)
Me apetece destacar a Silvia Pérez Cruz. El directo de su disco Granada con Raül Refree me dejó aturdido y flotando. Me pilló desprevenido la combinación de folclore, delicadeza y descaro, dejando en los huesos a Leonard Cohen y a Lorca con golpes electrónicos, cantando en catalán o portugués, con ritmo flamenco o francés, con esa versión encendida de Los gallos de Ferlosio. Silvia Pérez Cruz es esa mezcla de cosas que no tienen mucho que ver en uno, pero que a la vez sustentan todo lo que somos.
Raül Refree fue luego también el productor del primer disco Rosalía y Silvia Pérez Cruz, en 2016, compuso un regalo para esa revolución que nunca tuvo banda sonora, el 15M. La canción No hay tanto pan llegó tarde como para convertirse en un himno, pero llegó y hay que agradecérselo. "Es indecente, es indecente, gente sin casas, casas sin gente".
Icíar Gutiérrez: Babel, de Mumford & Sons (2012)
Babel fue mi puerta de entrada al mundo Mumford & Sons y desde entonces no he querido salirme de él. Empecé escuchándolo sin mucha atención desde la habitación de mi hermana pequeña, apasionada de la música, y ahora es mi imprescindible, desbancando a mi artista favorita, Norah Jones.
Una vez leí por ahí que el álbum de la banda británica es como una montaña rusa, y desde el arranque, con Babel, todo es cuesta arriba y a mejor. No les faltaba razón: la voz inconfundible de Marcus en Whispers in the dark, la fuerza de Lover of the Light, las primeras notas de Hopeless Wanderer, y la perfección de I will wait, su atemporalidad, su buen rollo, mis ganas de subir el volumen cada vez que suena en el coche.
Marcos Méndez: Tarque, de Carlos Tarque (2018)
Puede resultar extraño seleccionar como "disco de esta década" uno que se publicó a finales de 2018, y que además es el primer proyecto en solitario de su cantante. Pero para los que somos fans de MClan desde hace ya dos décadas, Tarque supone un nuevo y emocionante camino para seguir al artista en su línea más pura, la de la mejor voz del rock español. Y no hay mejor forma de cerrar el 2019 que con su concierto este sábado 28 de diciembre en La Riviera de Madrid.
José Precedo: 15151, de Vetusta Morla (2015)
No sé si es el disco de la década, y seguramente habrá otros mejores, pero el que más he escuchado es 15151, el directo que Vetusta Morla grabó en el Palacio de los Deportes de Madrid el 23 de mayo de 2015. Es también el último CD que he comprado antes de rendirme a Spotify, un doble álbum que repasa la carrera de la banda e incluye canciones de todos sus discos, desde sus primeras maquetas hasta La Deriva.
Y ahí está La Cuadratura del Círculo, que suena arrolladora como siempre en directo -"Buenos Aires, Argentina… no llores por mí más…"-. Están Valiente, Sálvese quien Pueda y todos los grandes éxitos de Pucho, Guille y compañía, junto a otras menos tarareadas, pero igualmente fantásticas, como la versión de Tour de Francia, que rememora las siestas del verano en la playa.
Lo que más disfruto de ese concierto es la intensidad, cómo el grupo logra mantenerse en alto con 25 temas que arrancan con La Deriva y durante casi dos horas. La apoteosis es Saharabbey Road, por la mitad del disco, ideal para viajar en coche y repartirte los coros con alguna sobrina de 9 años a la que quieras alejar del reggaetón.
Cristina Armunia: Tempestes vénen del sud, de Zoo (2014)
Este disco de Zoo, un grupo valenciano de rap y electrónica, me marcó en el verano de 2015. En agosto de ese año, fui por primera vez al Shikillo, un festival que se hace en Candeleda y es una pasada. La banda en cuestión no tocó en esa cita, lo que pasó es que conocí a las personas que hoy son mi familia en Madrid y Estiu de Zoo es algo así como un himno. Ninguno sabemos valenciano y la cantamos bastante mal, pero nos da toda la energía escucharla. Juntos habremos visto unos cinco conciertos de Zoo desde entonces. El último, en la sala But.
Raúl Sánchez: Vibras, de J. Balvin (2018)
El quinto album de estudio del colombiano J Balvin probablemente inaugura el periodo del reggaeton como el nuevo pop mundial. El disco deja atrás la versión más pura del género (dembow + estribillo) abriéndose a nuevos sonidos y estilos: desde el dancehall hasta el R&B. Una intro-vibración de Carla Morrison abre paso al himno sobre la diversidad racial y étnica Mi Gente, un hit de discoteca que llegó a ser la tercera canción más escuchada en Estados Unidos.
El disco, no planteado como una recopilación de éxitos sino como un conjunto musical, relaja la cadencia del reggaeton clásico con el sonido profundo de Ambiente, introduce una guitarra acústica en No es Justo con Zion y Lennox, introduce nuevos temas como las relaciones con Rosalía en la sensual Brillo y termina el album con una oda al dancehall caribeño con Machika junto a la estrella brasileña Anitta.
Álvaro Medina: El milagro, de Viva Suecia (2019)
Aunque las normas de este artículo no me dejan señalar dos discos, teniendo en cuenta que uno de ellos sería El mal querer, de Rosalía, por ser capaz de trazar una historia con principio, nudo y final, reinventando un género y retorciendo el sonido hasta el punto de experimentar con el rugir de un motor, mi disco de la década es El Milagro, de Viva Suecia. En un momento de fragmentación, en el que escuchamos canciones y no discos, en el que no metemos un CD en el reproductor del coche, hay pocos álbumes que te hagan desconectar el modo aleatorio de Spotify. Lo último de Viva Suecia es, quizás, uno de los pocos discos de mi memoria más reciente que ha conseguido que beba desde su Lo que te mereces hasta el tema con el que cierran gritando Fóllame, destrózame la vida. Cada canción podría ser un single. Cada tema es de esos que te hacen cantar por la calle con los auriculares puestos como si estuvieses en un videoclip mientras otros piensan que estás loco. Con este disco, Algunos tenemos fe.
Lorenzo Ayuso: Passion, Pain & Demon Slayin', de Kid Cudi (2016)
A menudo se cuestiona la dispersión en los discos de Kid Cudi. Las derivas en las que incurre con cada referencia, muy por encima de la hora de duración, así como lo prolífico de su carrera hasta la fecha (seis LP en solitario en 10 años), sumado a sus publicitadas quiebras personales, hacen de él un artista difícil de definir y, tal vez por eso, también de ovacionar.
El talento de Scott Mescudi se mide tanto por sus traspiés como por su inquietud incontenible, esa que le llevó a sumergirse en el grunge con el reivindicable Speedin' Bullet 2 Heaven sin protección alguna. No tiene miedo de fallar, porque no tiene miedo de expresar su dolor y hacer que su público se reconozca en él, para superarlo juntos. Su terapia es la nuestra.
Esa conexión emocional llega a grado sumo en Passion, Pain & Demon Slayin', donde comparte el proceso de aceptación de sí mismo, entre la rabia contenida (Baptized in Fire) y el éxtasis (Dance 4 Eternity), con mayor afinación que nunca. Quizás sea Kitchen el tema que mejor define esa aspiración de felicidad que persigue. Quizás por eso sea también Kitchen el tema que más he escuchado en el último decenio, porque yo persigo lo mismo. Y cuando la escucho, siento que, por un momento, lo alcanzo.
Laura García Higueras: Diciembre, de Leiva (2012)
El pop rock español quedaba consternado en septiembre de 2011 con la noticia de que la ya convertida en icónica banda, Pereza, se separaba. Después de diez años de trayectoria desde que publicaran en 2011 su primer disco, Rubén Pozo y Leiva habían decidido separar sus caminos. Así, su recopilatorio Diez años de Pereza lanzado en 2010 y la gira Aviones fueron sus últimos trabajos juntos. Sin embargo, en el mismo 2012 en el que dieron su concierto definitivo en el Palacio de Vistalegre, Leiva publicaba su primer álbum en solitario, Diciembre, producido por él mismo, y con el que recibió dos nominaciones a los Grammy Latinos.
En él se incluyen temas como Nunca nadie, Eme, Miedo, Aunque sea un rato o Vis a Vis, con los que demostró que todavía tenía música para rato, que iba a mantener su estilo y que su voz iba a seguir sonando con la misma intención y energía. Desde luego, si como banda Pereza fue uno de los grupos más importantes del panorama nacional en la primera década del siglo, Leiva lo ha sido de la segunda. Eso sí, opto por quedarme con el que fue su primer disco en solitario, porque marcó el inicio de esta nueva era del artista madrileño.
Marcos Pinheiro: Ídolo, de C. Tangana (2017)
Para mí el álbum de la década ha sido Ídolo, de C. Tangana. Allí no están sus grandes éxitos, pero su primer disco en solitario resume perfectamente cómo es la carrera de este artista. El sonido diferente, que inauguró con Agorazéin y para el que es imprescindible Alizzz; los temas que aborda –la fama, el dinero y el éxito, para lo bueno y para lo malo– y la forma de promocionarlo. El disco se distribuyó únicamente en formato digital y estuvo acompañado de una intensa campaña de marketing coronada con una lona inmensa en la Gran Vía de Madrid.
Entre sus 12 canciones destacan temas como Caballo Ganador, donde hace hincapié en las contradicciones del éxito –"La victorias no se cuentan por alegrías, adicto a ese sabor amargo en la boca"– o No te pegas, una reivindicación frente a quienes alardeaban de un éxito que no pasaba de los círculos underground: "Decían que se iban a quedar con todo, pero en España solo sueno yo".
Con ese álbum, C. Tangana confirmó el giro que había decidido darle a una carrera que comenzó en 2006 y en la que tuvo tiempo de contentar a los más puretas del rap con Crema. Pero 'Pucho' dejó claro que su intención era triunfar y no solo contentar a esos académicos del hip hop que no perdonan una impureza. Luego vino Avida Dollars, tan solo un año después, y los grandes éxitos en colaboración con artistas internacionales, pero Ídolo supuso el despegue definitivo de Antón Álvarez Alfaro, que se había dado a conocer al gran público tan solo unos meses antes con Mala mujer. Un disco que es una forma de entender la vida y en particular la música, incluida la parte del negocio.
Ana Husain: Lemonade, de Beyoncé (2016)
Este disco es mucho más que fuegos artificiales y rotaciones imposibles de cadera; también es un himno eficaz y muy conveniente para una época de dramas raciales. Beyoncé lleva años enfrentándose a acusaciones de activismo interesado, tanto por parte de la comunidad afroamericana como de la femenina en general. Sus detractores critican que se haya sumado al carro del compromiso social como parte de su inteligente promoción personal.
El single Formation fue un acontecimiento digno de la Super Bowl de 2016, donde se presentó. "Dejen de dispararnos", escribía Beyoncé en los muros de su videoclip para dar un altavoz a los familiares de los chicos asesinados y maltratados por la brutalidad policial. Con este y los otros doce temas, Lemonade se convirtió en la guía definitiva de sus referentes sureños, africanos y underground y, para mí, en el disco de esta década y quién sabe si de alguna más.
Pablo J. Álvarez: Dýrð í dauðaþögn, de Ásgeir Trausti (2013)
No tengo pruebas, pero tampoco dudas. Dýrð í dauðaþögn (en español algo así como Gloria en completo silencio) de Ásgeir Trausti es el disco de mi década. Imagino que no soy la única persona que asocia etapas de su vida a canciones, artistas o álbumes concretos y por mucho que pasen los años, cada vez que oyes esa voz, cada vez que suena esa canción, te transporta mágicamente a un lugar y momento concretos.
Un viaje al pasado es exactamente para mí escuchar el primer álbum de Ásgeir. Recién salido del horno cuando me mudé a la gélida Islandia a principios de 2013, su música me acompañaría durante los próximos cuatro años. Como curiosidad: es el álbum debut con más ventas de la historia del país y un 10% de los islandeses tienen el álbum físico.
Tras ganar el premio a mejor disco del año en Islandia, comenzó su carrera internacional, reeditando el mismo disco traducido al inglés. Mi recomendación, sin querer desmerecer las traducciones del gran John Grant, es escucharlo en islandés. Los textos originales están escritos por el padre de Ásgeir. Te atrapará desde su primera canción Hærra hasta la última Þennan Dag.
Toño Fraguas: Haria, de Berri Txarrak (2011)
No son las canciones las que hacen memorable a un disco, sino las circunstancias personales en las que lo escuchamos. La memoria enlaza para siempre los besos, lágrimas, risas y caricias de una época con un puñado de letras y melodías. En mi caso, el único disco que ha estado a la altura de esas emociones estos diez años es Haria, de la banda vasco-navarra Berri Txarrak.
Entre 2010 y 2019 los Berri han lanzado tres obras monumentales: Haria (2011), Denbora da poligrafo bakarra (2014) e Infrasoinuak (2017). Cualquiera de ellos podría encabezar estas breves palabras. No me extenderé adjetivando su sonido y tampoco unas letras que, pese a estar en euskera, han abierto a Gorka, David y Galder las puertas de un éxito planetario. Vivir intensamente, sentir intensamente, es garantía de grandes discos. En 2020, Berri Txarrak se separarán. Las emociones, sin embargo, perdurarán en la memoria.
Ana Ordaz: Yo me quedo en Sevilla, de Pata Negra (2014)
Tengo discos de cabecera, mi top 10, que he escuchado hasta la saciedad en los últimos años, como Desprendimiento de rutina, de Antílopez, o ...Y todo es vanidad, un magnífico homenaje a Javier Krahe (que tengo en casa dedicado por él mismo). Sin embargo, las canciones que los componen pueden ser escuchadas "individualmente". Por ejemplo, del Kanka, que es mi artista más escuchado, no me quedo con ningún disco en particular. Pero hay un grupúsculo de álbumes que, para mí, tienen que ser escuchados de un tirón. La ley innata, de Extremoduro, es quizás el mejor ejemplo de ello; pero también La Leyenda del Tiempo, de Camarón, Blues de la Frontera.
¿Por qué me ha marcado tanto el de Pata Negra? No lo sé. Quizás porque Yo me quedo en Sevilla me traslada a los callejones de Triana y al olor a azahar que tan lejos me quedan desde que vivo en Madrid, o porque cada vez que escucho Pasa la vida, le quito unos cuantos kilos de gravedad a todo y me acuerdo de disfrutar de las pequeñas cosas.
Pedro Zárate: The book of souls, de Iron Maiden (2015)
Una de las cosas buenas que tiene el heavy metal es que sus canciones suelen aguantar estupendamente el paso del tiempo. Por eso supe de inmediato que The Book of souls, el último disco de Iron Maiden, me acompañaría durante el resto de mi vida cuando lo escuché por primera vez. Que los días tristes, me pondría la canción que da nombre al disco y conseguiría sacarme una sonrisa con su cambio de ritmo. Que los días en los que no me saliera nada, cogería aire, escucharía The Great Unknown y me calmaría. Y que los días en los que necesitara un plus de energía, escucharía When the river runs deep y lo obtendría.
Y así ha sido. Porque The Book of souls es como un buen amigo: no necesitas verlo todos los días, pero cuando lo necesitas siempre está ahí para levantarte el ánimo.
Clara Giménez: Material defectuoso, de Extremoduro (2011)
Mi disco de la década no es de la década, pero es de Extremoduro, que se despide esta década. Tal vez porque aún recuerdo el momento exacto en el que escuché Segundo movimiento: lo de fuera en directo, cuando tenía 16 años. Pocos grupos me han marcado como ellos, que empecé a escuchar en un momento en el que, como cualquier adolescente, reivindicaba mi identidad (confieso que lo descubrí por un chico que me gustaba, no nos vamos a engañar, aunque al final se convirtió en algo propio).
Material defectuoso (bastante más regular) y La ley innata son discos conceptuales cuyas canciones merece la pena escuchar detenidamente, y sigo sintiéndome 'en casa' cuando regreso a ellas.
Fernando Barrio: Born to die, de Lana del Rey (2012)
Muchos tildan a su música de monótona o insulsa. Pero aquellos que admiramos a del Rey sabemos que todo lo que encarna va más allá de eso. En 2012 saltó al estrellato la que es, hasta día de hoy, una de las artistas referentes del indie pop internacional con su primer disco Born To Die.
Con letras que le cantan al hastío del verano, al sueño americano que no se cumple, lo agridulce que es el amor (y el desamor), las apariencias, la belleza de lo triste o la pérdida de la inocencia, entre otros. Todo ello adornado con multitud referentes a marcas de refrescos, modelos de coche o personajes de aquellos Estados Unidos de los 50, 60 y 70. Es como una cápsula de tiempo y sentimiento. Muchos conocen la canción homónima del disco, pero Summertime Sadness es sin duda el verdadero himno generacional que convirtió al personaje.
Trampa extraMatías de Diego: Back To Black, de Amy Winehouse (2006)
¿Os acabo de colar un disco de 2006 entre los mejores de la década? Sí, puede ser que lo haya hecho, pero no dejéis de leer todavía. ¿Lo habéis escuchado? ¿Creéis que hay algo mejor que Rehab, Back to Black, Me and Mr. Jones o Love is a Losing Game? El Back to Black de Amy Winehouse es, con permiso de Adele y su 21, uno de los mejores álbumes de soul de la historia. Es un viaje de una hora al corazón de una de las trayectorias musicales tan efímeras como deslumbrantes. Aquí vais a descubrir por qué ella es ya una leyenda, la heredera de Nina Simone y Aretha Franklin.
Sí, entiendo que se han hecho muchas cosas interesantes desde el 2006. Pero volver al Back To Black tras la muerte de Winehouse y casi 14 años después de su lanzamiento sirve para entender (o recordar) el huracán que supuso Amy para el mundo de la música. Sus letras son desgarradoras; su voz, arrolladora; y sin ella, seguramente, no estaríais escuchando a Rosalía.