Todos los días a las 16:30 horas, Virginia Laparra se mete en la ducha para no escuchar el candado. Ese ruido significa que ya no puede salir más al pequeño espacio donde entran algunos rayos de sol, donde puede leer o estirar las piernas, en la cárcel de máxima seguridad de Ciudad de Guatemala donde cumple condena. A esa hora, cuentan a las presas y vuelven a cerrar la puerta para que no salgan durante la noche. Entonces, suena el candado. Un día más. Ya lleva 19 meses en prisión.