A cada movimiento político en Cuba le sigue el presagio del fin de una era. Pasó con la muerte de Fidel Castro, con el deshielo de las relaciones con Estados Unidos, con la nueva política económica del Gobierno cubano así como también con la decisión de Raúl Castro de dar un paso al costado del partido.
Las manifestaciones del domingo volvieron a encender las señales de alerta. Para hacerle frente, el Gobierno de Cuba decidió moverse en terreno conocido: desestimó el reclamo de democracia de las protestas y denunció una "nueva agresión organizada desde los Estados Unidos para asfixiar a la revolución".