Portugal acude este domingo a las urnas. Cuatro años después de la formación de un acuerdo sin precedentes entre las formaciones progresistas para dar estabilidad a un gobierno del Partido Socialista, algo que ha sido percibido a menudo como un ejemplo para la izquierda europea, la derecha llega debilitada a los comicios y la batalla se traslada al reparto de las izquierdas.
"Da para ser amigos, pero no para casarnos", ha afirmado en campaña António Costa, primer ministro socialista, sobre el pacto, denominado en un principio por la derecha como "geringonça" (chapuza). La principal preocupación de Costa es no alcanzar la mayoría absoluta y que sus socios actuales, Bloco de Esquerda (aliado de Podemos) y Partido Comunista, aumenten respecto a 2015 sus exigencias y condiciones para dar luz verde a un gobierno.