A las ocho de la noche todavía no oscurece en Santiago de Chile, pero las calles se vacían y empiezan a sonar, puntualmente, cacerolas, ollas y silbidos desde terrazas y balcones. La capital acaba de quedar bajo toque de queda y los ciudadanos muestran su rechazo a esa privación de libertad que impera desde el sábado. Pese a la hora, en toda la ciudad todavía hay gente en la calle que se apresura para llegar a sus hogares.
En el barrio de Las Condes, uno de los más acomodados y hasta el cual ha llegado la masiva manifestación pacífica que se ha celebrado en el centro de la capital, los soldados ocupan las calles puntuales.