En este contexto de riesgos latentes, 2022 dejó dos hitos de especial calado y una invitación a un relativo optimismo. El primero, que las inversiones en energías limpias rebasaron el billón de dólares -en concreto, 1,1 billones-, una cota sin parangón. Y, el segundo, que esta inversión se equiparó al volumen de los desembolsos dirigidos a la industria de los combustibles fósiles. “El primer billón de dólares es el más difícil”, enfatiza Nathaniel Bullard, analista en Bloomberg NEF, división de estudios estratégicos del grupo de información.