“Fuck the police, pero con alegría", solía decir a su madre Manuel Paez Terán, y se lo repitió por teléfono pocos días de que un agente en Atlanta le arrebatara la vida hace un año. Se encontraba en el bosque Weelaunee, el mayor espacio verde de la capital de Georgia, donde llevaba siete meses acampado en protesta contra la construcción de un enorme centro de militarización policial en ese enclave. Un macrocomplejo, de 34 hectáreas y 90 millones de coste inicial, destinado a alojar y entrenar a las fuerzas del orden de todo el país en tácticas de guerrilla urbana.