La escritora Eva Baltasar tuvo que dormir dos días en la calle en Berlín. Al llegar al albergue en el que iba a alojarse durante su Erasmus, le dijeron que no había hueco. Era muy tarde. Llevaba algo de efectivo, pero no quiso gastárselo en un hotel y optó por ir a la estación de autobuses. Allí descubrió que, en la noche, “la seguridad viene de lo inorgánico, pero a la que aparece una persona a lo lejos, que debería ser la ayuda, saltan todas las alertas.
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