Somos zombis. Cuando al ser humano le extirpan la memoria y el pasado, se queda incompleto. Sigue viviendo pero, como al manco, le sigue doliendo el brazo cercenado, la parte del alma extraída. Somos zombis de nuestra historia, no muertos a quienes las heridas no se les pueden abrir porque nunca se les cerraron. Esta es la tesis en la que se sustenta Las niñas zombi, el esperado estreno en solitario de Celso Giménez, una de las cabezas de La Tristura, compañía fundamental para entender el teatro patrio del siglo XXI y que, como se comprobó en el estreno en Conde Duque de la obra, sigue convocando a un público joven que hace bajar las media de edad habitual de las salas escénicas.
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