Alguna vez dijo que su súper poder era no sentirse nunca cansada. Vehemente, enérgica, apasionada, comprometida, hiperactiva, Rosa Regàs, que falleció este miércoles a los 90 años, hizo de su vida un aprendizaje continuo y nunca dejó de cultivar los afectos, la memoria, el inconformismo, los viajes, la literatura ni la generosidad en medio de un bullicio de hijos, nietos y amigos que la acompañaron hasta el final de sus días en su masía ampurdanesa de Llofriu, la casa creciente en la que se instaló a vivir en 1994 para dedicarse a la escritura.