Había pasado un mes de aquel apretón de manos entre Yasser Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), e Isaac Rabin, primer ministro israelí. El presidente estadounidense, Bill Clinton, justo detrás, les acogía entre sus brazos en los jardines de la Casa Blanca. “Ahora que se ha disipado parte de la euforia es posible reexaminar el acuerdo”, decía entonces uno de los palestinos más prominentes de las últimas décadas, el escritor Edward Said. “Primero, vamos a llamarlo por su nombre real: un instrumento de la rendición palestina; el Versalles palestino”, aseguraba.
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