A nadie ha de sorprender que Alemania, un país altamente dependiente del gas natural ruso, sea la economía europea más golpeada por la desconexión occidental del país de Vladímir Putin como consecuencia de la invasión contra Ucrania. No en vano, en 2021, el 55% del gas natural que importaba Alemania venía de Rusia.
Consecuencia de esa desconexión económica de Rusia es que en Alemania haya temor a que este invierno haya carestía energética y a que se trabaje sin descanso en el Gobierno del canciller Olaf Scholz para encontrar alternativas a los hidrocarburos rusos y para desarrollar costosos –y cuestionados– programas de ayuda para salvar la economía del país.
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