Hace cosa de un mes, Anne Lam, directiva en una empresa de publicidad en Hong Kong, decidió finiquitar una costumbre que duraba décadas: comprar productos frescos importados de la China continental. Ha optado por sustituirlos por aquellos criados en suelo hongkonés.
Su elección no es precisamente por comodidad, ya que la condena a desplazarse media hora más de lo habitual hasta un mercado que vende estos productos, pero para esta madre de dos niños el esfuerzo vale la pena.
"El (impacto del) coronavirus ha elevado los precios de las verduras chinas. Ahora casi cuestan lo mismo que las producidas aquí, que son más seguras.
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