Corría el año 1974 en Argentina cuando Adriana se quedó embarazada por primera vez, apenas tenía 17 años, y decidió abortar sin imaginar siquiera las consecuencias. Cinthia, sin embargo, no pudo decidir. Su cuerpo decidió por ella, y acabó diez años entre las rejas de una cárcel salvadoreña.
El miedo, el desconocimiento y el riesgo permanente de ir a la cárcel tiñen la interrupción voluntaria -o no- del embarazo en América Latina, un derecho ausente en la mayoría de sus países que encuentra en El Salvador y Argentina dos de sus realidades más complejas y más opuestas.
Miles de mujeres han teñido de verde las calles y las redes sociales en Argentina en los últimos años, haciendo del derecho a un aborto seguro el epicentro del debate político.