Hace tres días que Reynaldo Barrezueta murió en su casa de Guayaquil, la segunda ciudad más grande de Ecuador, pero su cuerpo sigue en la sala de estar, en un ataúd sobre el suelo. "Las autoridades nos están dejando morir", dice su hijo, Eduardo Barrezueta, que lleva 72 horas suplicando a las autoridades que retiren el cadáver de su padre.
El de Eduardo Barrezueta no es el único caso. En los últimos días, el coronavirus ha entrado en Guayaquil con una fuerza arrasadora sobrecargando a las autoridades locales, a las funerarias y a los hospitales; y dejando en el camino a familias como la de Barrezueta frente a horrores impensables.