Un año después de los primeros sustos en las facturas de luz y en las gasolineras, la inflación es ya un problema estructural. Las subidas de precios han pasado de ser un acontecimiento temporal, focalizado en el gas y los carburantes, a extenderse a la mayoría de la cesta de consumo.
La nueva dimensión de esta crisis de inflación se reflejará en que el IPC (Índice de precios de consumo) subyacente (que excluye la energía y otros elementos que suben y bajan bruscamente como los alimentos frescos) seguirá en máximos de las últimas décadas durante los próximos meses.
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