Pastizales muy abundantes con distintos tonos de verde. Altos, bajos y diversos, con la irregularidad propia de la naturaleza. Bastantes vacas, pero no amontonadas. Juntas —y al parecer cómodas— en la misma parcela, donde estarán varias semanas hasta pasar a otra.
Gallinas en constante movimiento y libres picoteando al sol por todo el campo, no encerradas en un granero. Abejas, gusanos y muchos insectos por todos lados. Árboles que refrescan del calor y cultivos para alimentar al ganado. También una huerta produciendo frutas y verduras sin agroquímicos.
cAsí de paradisíaco es este campo en Maldonado, a dos horas de Montevideo, Uruguay.
Leer más: Siga la vaca: una ganadería diferente para lograr carne sostenible