Un día Mariola Cubells salió de su casa camino a un evento. Se había arreglado. Se montó en el ascensor y miró el espejo. Allí frente a ella descubrió a una señora mayor a la que no reconoció. Era la Mariola Cubells de 50 años. Hasta ese momento, jamás había pensado en su propia edad. Esa señora le espantó un poco y Mariola se vino abajo. Lo cuenta en la primera página de su libro y lo ha relatado en las presentaciones de Mejor que nunca. Felices, imbatibles, pioneras (Espasa).
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