"Una adolescente gorda se echa a perder para siempre. Es una gorda soltera para toda la vida". Sandra no pronuncia estas palabras en alto, pero sí las piensa, sobre su hija Alejandra. Más que pensarlo, le preocupa, le -en cierto modo- reconcome, escuece y hasta cabrea. "Antes nosotras estábamos más delgadas. La 38 de ahora es la 44 de antes. Lo de ahora no es normal", llega a maldecir.
Lo que sí le dice y recuerda a su retoña en voz alta es que no puede tomar postre porque "está a dieta" –siempre– y otra retahíla de comentarios con los que infunde terror e incomodidad.
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