Es jueves, llueve en Madrid y en una terraza de la céntrica plaza de Santa Ana no tienen reparo en servir un café. Otro gallo cantaría si fuera sábado o domingo por la tarde, cuando por política de la casa solo se pone café a quienes han comido allí. A condición de no citar el nombre del local, su encargado explica lo siguiente. "Si comes por ahí y te dejas 150 euros, no quiero que vengas a tomar aquí el café. Y gastar solo ¿cuánto? ¿4 euros?", dice.
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