Apenas se cumplían diez días desde que los residentes en Pekín empezábamos a comprender la traducción de "nueva normalidad". El 6 de junio, la capital china había entrado en el nivel 3 de alerta en una escala de 4, lo que suponía ver menos gente sin mascarilla en espacios abiertos, no tener que enseñar las tarjetas de identificación para entrar a nuestros lugares de residencia y que, en la mayoría de las ocasiones, los controles de temperatura pasasen a ser un acto reflejo automatizado por parte del guardia de seguridad y de los propios ciudadanos.
Aunque bajo estrictas medidas de prevención, se habían retomado las clases presenciales en prácticamente todos los niveles y los centros deportivos habían reabierto.
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