Ursula von der Leyen apenas ha tenido agenda pública en las últimas dos semanas. Ni siquiera viajó a la cumbre de la OTAN en Washington para centrarse en las negociaciones para seguir al frente de la Comisión Europea los próximos cinco años. La alemana sabe que lo que es enfrentarse a una votación en la Eurocámara: en 2019 su candidatura salió adelante por solo nueve votos, a pesar de que los grupos que formaban parte del acuerdo superaban en varias decenas la mitad más uno que necesitaba para ser elegida.