Pocas semanas después de coronarse, una vez más, como el país más feliz del mundo, Finlandia celebra elecciones generales este domingo con la mirada puesta en la economía y en los bolsillos de los ciudadanos, afectados en los últimos meses por la inflación, los atisbos de una recesión y el aumento de la deuda pública de la nación nórdica. La contienda se perfila como extremadamente reñida y el escenario es incierto: los tres principales partidos, entre ellos los socialdemócratas de la primera ministra Sanna Marin, llegan virtualmente empatados en intención de voto.
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