Amin avanza por el borde de un precipicio, entre el polvo que levantan a su paso los coches, en el Gran Atlas de Marruecos. Junto a él, un burro carga con una bolsa de mantas a un lado, y un par de garrafas de agua al otro. Ambos pasean hasta una colina en pendiente, inaccesible para los coches y furgones con ayuda humanitaria, y comienzan a ascender.
“Este es el único burro que me queda, he perdido al resto”, relata a elDiario.es. Amin, de 76 años, es uno de los tantos marroquíes que utilizan los burros y asnos como medio de transporte.
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