En casa de la ilustradora ucraniana Sasha Anisimova nada hace pensar que vive en un país en guerra. Todo parece normal. Cuadros, fotografías y una cabeza de ciervo en 3D decoran las blancas paredes del salón, donde a veces toca el piano. Dispone de luz, agua, calefacción e Internet, lo que le permite teletrabajar sin problemas.
Fuera, sin embargo, aunque hay tiendas y cafeterías abiertas e incluso a veces se puede disfrutar de un pequeño concierto, nada es normal. En Járkov, la segunda ciudad más importante de Ucrania, en el este del país, siguen sonando las sirenas antiaéreas.