El cine de Mia Hansen-Love siempre parece más ligero de lo que es. No es un cine de florituras, de subrayados ni movimientos virtuosos de cámara. Es un cine que parece no darse importancia, pero que emociona desde esa sencillez desde la que es capaz de hablar del movimiento de música electrónica de los años 90 (Eden), de la reconstrucción de una mujer cuando es abandonada por su marido (El porvenir), o de la influencia de Bergman y de los roles de género en una pareja de artistas (La isla de Bergman).